Capítulo 4
Me senté en la camilla de la clínica privada y, muy cerca, escuché el susurro de mi mejor amiga.

Unos segundos después terminó la llamada telepática y volvió el rostro hacia mí.

—Tranquila, todo está arreglado. Saldrá justo como planeaste.

Asentí apenas, con la voz serena: —Ajá.

En ese momento llamó a la puerta mi sanador privado, llevaba la carpeta clínica en la mano y el gesto grave.

—Señora Luna Diana, debo confirmar por última vez su voluntad antes de la intervención.

Abrió el expediente, me miró a los ojos con renovada seriedad: —El cachorro ya está casi a término; interrumpir la gestación ahora dañará mucho su cuerpo… Además, este niño ha sido difícil de concebir… ¿Está completamente decidida?

Lo observé sin el menor temblor en la mirada y respondí sin titubeos: —Estoy decidida.

Titubeó y volvió a preguntar: —¿Hay alguien que la acompañe?

¿Acompañarme?

Solté una risa seca.

Esos parientes que repiten “es por tu bien” solo urden trampas a mis espaldas, me engañan y me adormecen, es
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