Las calles de la ciudad estaban llenas de contaminación, ruidosas con las bocinas de los coches y los gritos de los conductores, pero para Sophia, el aire era como una bocanada de libertad. Sus pies tocaban el asfalto, aunque sus pasos eran vacilantes, sus manos le dolían y su estómago estaba vacío, nada podía detenerla.
Acaba de dejar la casa de Liam. Sin maletas. Sin dinero. Solo con la ropa que lleva puesta y una herida en el corazón.
Pero Sophia no se arrepiente.
«Estoy bien», susurra en voz baja. «Seguro que puedo vivir sin ellos».
Camina por la acera, pasando por delante de edificios que antes le resultaban extraños cuando vivía como esposa de un multimillonario. Ahora todo le parecía más cercano, más real, más brutal. Pero también más sincero.
Echaba de menos un lugar al que pudiera llamar hogar, aunque sin la presencia de un padre y una madre. Una pequeña casa a las afueras de la ciudad, ahora su único destino. La de su abuela adoptiva, que la había acogido del orfanato. Que la había cuidado con amor sincero. Hacía mucho que no la visitaba; la última vez que estuvo allí, aún tenía la esperanza de que su vida mejoraría junto a Liam.
Ahora, esa esperanza se había desvanecido por completo.
Sus ojos se volvieron hacia el cielo, que comenzaba a oscurecerse. Después de caminar casi una hora, sentía las rodillas débiles. Su visión se nublaba. Se detuvo frente a una parada de autobús vacía y se sentó. Su mano vendada le latía. Le faltaba el aire.
«No te desmayes... todavía no...», susurró débilmente.
La gente pasaba indiferente. El mundo estaba demasiado ocupado para una mujer que acababa de perderlo todo.
Un paso más, pensó. Pero sus piernas se negaban a obedecer. Su visión se oscurecía cada vez más.
Entonces, la voz de un hombre la sobresaltó.
«Hola... te ves pálida. ¿Necesitas ayuda?».
Sophia levantó la vista con las últimas fuerzas que le quedaban. Un hombre guapo estaba de pie frente a ella. Traje gris, zapatos de cuero bien lustrados y ojos esmeralda penetrantes pero cálidos. Su rostro le resultaba desconocido, pero había algo en su mirada que era diferente a la de Liam: no era lástima, ni simpatía. Era interés.
«Yo...», dijo Sophia con voz ronca. «Solo necesito descansar un momento. Estoy bien».
El hombre negó lentamente con la cabeza. «No estás bien».
Antes de que Sophia pudiera protestar, su cuerpo se tambaleó. El mundo comenzó a girar. Pero el hombre se movió rápidamente y la agarró antes de que cayera al suelo.
«Tranquila... no te haré daño», murmuró, sosteniendo el cuerpo tambaleante de Sophia.
El nombre del hombre aún no importaba. Pero el aroma sutil de su perfume permaneció en el aire, junto con un hecho que Sophia desconocía: aquel hombre no era alguien común. Y ya sabía el nombre «Sophia Pattel» mucho antes de este encuentro.
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Esa noche, mientras estaba ocupado tratando de cumplir con un plazo, apareció un mensaje en la computadora portátil de Liam. El nombre del remitente lo hizo contener la respiración.
Elara.
La mujer de su pasado, que él creía haber dejado atrás. Pero no era así.
Dudó. Se frotó la cara. Quería ignorarlo, por Sophia. Pero sus dedos se movieron solos.
Clic.
—Liam, ayúdame. Mi marido es un cabrón. Me maltrata. Me engaña.
Liam se quedó paralizado. La ira y la angustia se mezclaron. Ya sospechaba de Calvin antes. Pero se quedó callado. Por miedo. Demasiado tarde para declarar su amor. Y Elara se fue, lejos.
Entonces conoció a Sophia. Una mujer con un rostro vagamente parecido al de Elara. Ayudó a Sophia. Luego se enamoró, o eso creía. En realidad, solo estaba proyectando su pasado en otra persona.
Convirtió a Sophia en Elara. Lo sabía. Era consciente de ello. Pero lo hizo de todos modos.
Y ahora Elara ha vuelto. Destrozada. Embarazada.
Liam voló inmediatamente a Suiza. Para ocuparse de los trámites legales. Para conseguir un apartamento. Para convertirse en el protector que antes no había sabido ser. Y, como antes, Elara lloró en sus brazos. Y Liam... se tambaleó.
Sus días volvieron a llenarse. Comían juntos. Reían en voz baja. La nostalgia crecía poco a poco.
Mientras tanto, Sophia, la esposa que siempre le había sido fiel, se desvanece cada vez más de su mente.
Tres años con Sophia no son suficientes para reparar el corazón que dejó en el pasado.
Pero cuando Sophia finalmente se marcha... por primera vez, Liam se siente inquieto. Preocupado. Hay un vacío que Elara no puede llenar.
Han pasado tres días.
Y la inquietud se agravaba.
¿He sido demasiado duro con ella?
¿De verdad no va a volver?
—Liam —dijo Elara en voz baja—. ¿En qué piensas?
Liam esbozó una leve sonrisa. —En nada. —Se levantó y se dirigió a la cocina. Cogió un vaso de agua y se masajeó las sienes, inquieto.
Esto era lo que había soñado, ¿no? Sentarse en el sofá con Elara. Como si el pasado volviera a la vida.
Pero algo fallaba. No era feliz.
Sin darse cuenta, Elara lo siguió y lo observó. Se acercó, con los ojos húmedos. «Seguro que estás preocupado por Sophia. No debería haberte obligado a venir esa noche. No debería haberos interrumpido».
Liam bebió un sorbo de agua y negó con la cabeza, no quería que Elara se sintiera triste. «No digas eso. Sophia solo... quiere que la persiga. Volverá».
Elara se apoyó en su hombro. «Si fuera tu esposa, Liam... sería feliz».
Esas palabras le impactaron. No porque estuviera enfadado. Sino porque se sentía culpable.
«Te quise, Elara. Pero llegué demasiado tarde», dijo con voz vacía.
Elara lo miró con esperanza. «¿Ahora... también es demasiado tarde para nosotros?».
Liam se quedó en silencio. Paralizado. Sin saber qué decir.
«Elara...», susurró. Pero no continuó.
Miró al suelo, no a Elara. Confuso, inquieto.
«Tengo que irme. Tengo trabajo».
«Liam, yo...».
Liam ya se había ido. No quería escucharla. Al menos no esa noche. Iba a buscar a Sophia.
Su destino estaba claro: la casa de la abuela de Sophia. El único lugar al que podía acudir.
Condujo rápido. Pero cuando llegó, se quedó con los ojos como platos.
La pequeña construcción... ya no estaba. Había sido sustituida por asfalto y locales comerciales.
Liam entró en pánico. «¿Dónde estás, Sophia?».
Giró bruscamente el volante. Su mente estaba confusa. Entonces, un nombre le vino a la mente: el orfanato donde Sophia se había criado.
Y... no estaba. No había nadie allí.
Buscó por toda la zona. Pero, una vez más, Sophia no apareció.
Presa del pánico, llamó a Elara.
>Sophia no está aquí. No sé adónde más ir.<
>¿La has buscado? Tranquilo, Liam. Estoy segura de que está a salvo en algún lugar.<
>¿Dónde? ¡La he buscado por todas partes!<
La explosión de Liam dejó a Elara en silencio. Era la primera vez que le gritaba.
Al darse cuenta de que se había pasado de la raya, Liam respiró hondo rápidamente.
>Lo siento. Estoy hecho un lío. Voy a apagarlo.<
Se frotó la cara. Cansado. Frustrado. Atrapado por su propia elección.
De repente, recibió un mensaje de un número desconocido.
Una foto. La espalda de Sophia en la parada del autobús. Con un hombre. No se veía claramente quién era.
Liam resopló. Sus ojos brillaron.
«Maldita sea, Sophia. Te he buscado como un loco... ¿y tú te pones a coquetear con otro hombre?».
Siseó. «Eres una barata. Elara es mucho mejor que tú».
Regresó al apartamento de Elara. Su rostro estaba rojo de ira.
«¿Qué tal, Liam? ¿La has encontrado?», preguntó Elara acercándose, conteniendo su celosía. Pero su tono sonaba realmente preocupado. «¿O quieres que te ayude a buscarla?».
«No hace falta». Liam se dejó caer bruscamente en una silla. Elara se sorprendió.
«¿Qué pasa, Liam?», preguntó con cautela, temiendo que Liam se enfadara.
«Ella... está coqueteando con otro hombre. Y a mí me importa mucho. Es una locura». Liam sacó su teléfono y le mostró una foto de Sophia con ese hombre.
Al instante, Elara esbozó una sonrisa. Lo guió para que se sentara. Luego lo provocó, con dulzura y agudeza.
«Ya te lo dije, ¿no? Solo quiere que le supliques. Todo esto es manipulación».
Liam se quedó en silencio. Durante mucho tiempo. Mirando a Elara.
«Eres la mejor, Elara. Gracias».
Y esa noche, su culpa se fue transformando poco a poco... en frustración.
Su preocupación por Sophia se desvaneció. Haciendo que Liam estuviera seguro de que no se había equivocado al volver a su pasado.