3. ¿El hombre salvador o el enemigo?
Las calles de la ciudad estaban llenas de contaminación, ruidosas con las bocinas de los coches y los gritos de los conductores, pero para Sophia, el aire era como una bocanada de libertad. Sus pies tocaban el asfalto, aunque sus pasos eran vacilantes, sus manos le dolían y su estómago estaba vacío, nada podía detenerla.Acaba de dejar la casa de Liam. Sin maletas. Sin dinero. Solo con la ropa que lleva puesta y una herida en el corazón.Pero Sophia no se arrepiente.«Estoy bien», susurra en voz baja. «Seguro que puedo vivir sin ellos».Camina por la acera, pasando por delante de edificios que antes le resultaban extraños cuando vivía como esposa de un multimillonario. Ahora todo le parecía más cercano, más real, más brutal. Pero también más sincero.Echaba de menos un lugar al que pudiera llamar hogar, aunque sin la presencia de un padre y una madre. Una pequeña casa a las afueras de la ciudad, ahora su único destino. La de su abuela adoptiva, que la había acogido del orfanato. Que l
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