Julieta es una adolescente que lo tiene todo en la vida, pero ella no lo cree. Por fuera se ve como una joven normal, con la típica familia de alta sociedad, amigos y todo lo que pudiera desear. Pero ella no está conforme, aun así, no hace nada por resolverlo. Hasta que conoce a su apuesto y caliente vecino, y este pone su mundo patas para arriba. Pero un accidente y una seguidilla de malos entendidos, los separan. Años después, Julieta está tratando de abrirse paso por el mundo, junto con su tribu, como a ella le encanta llamar a sus compañeros de piso y músicos de su banda. Pero ¿Qué sucederá cuando el pasado comienza a llamar de nuevo a su puerta? ¿Seguirá ella caminando hacia un futuro, que aunque incierto, promete nuevas aventuras y amores? ¿O regresará a resolver esas viejas heridas del pasado y quizás recuperar ese primer amor que nunca dejo de sentir? Hola mis Queridos Lectores, les presento esta conmovedora historia en donde los malos entendidos, las segundas oportunidades y la aceptación crean un coctel de páginas que te tendrán atrapado hasta el capítulo final. Actualizo todos los LUNES, MIÉRCOLES y VIERNES. ¡Los comentarios son muy bien recibidos!
Leer másLas olas acarician con ternura la suave arena de la playa, que está completamente desierta. Se puede oír el suave murmullo de las ondas del mar suspirar contra la orilla, como un eterno poema de amor. El sol se está retirando, una vez más, para dar lugar a la luna, concejera triste que llega acompañada de su negro manto para cubrir todo con su tristeza.
Una pálida figura yace parada en medio de la playa. Esta sola, y muy quieta, como expectante. Las rocas detrás de ella le dan un aspecto sombrío y melancólico a la escena. Cada tanto, el ruido de algún coche doblar la peligrosa curva más arriba de los acantilados, rompe el tranquilo silencio de la playa.
Repentinamente, ella se arrodilla y queda allí, de cara al mar, de cara al sol agonizante. Un viento frío le despeina el cabello ondulado. Ella no siente nada, su mirada está perdida en el sol. Su rostro, manchado con algunas pecas, esta hueco y vacío, con una indiferencia superficial. Su presencia no expresa nada, esta inexpresiva, como una estatua de sal, una bella estatua de sal, solitaria y nostálgica. Casi no parpadea, solo ve el sol, el mar, la muerte...
Mirando, siempre mirando. Si tú la vieras, dirías que no siente nada, que solo está ahí, sin pensar, sin sentir. Pero yo sé... que por dentro, algo está roto, algo que día con día, tarde con tarde la lastima y que solo consigue calmar mirando el sol. Como alguna vez lo miro a él.
Un pequeño brillo asoma en sus ojos y sin intentar evitarlo una pequeña lágrima rompe la estática escena y corre por su blanca mejilla encontrando su fin en su falda. Pero ella ni se inmuta, sigue allí, sola, esperando. Hundida en la arena blanca, las manos le tiemblan un poco y un grito se ahoga en su pecho convirtiéndose solo en un ligero suspiro. El sol ya está por desaparecer en el horizonte. Posa ambas manos en su pequeño vientre abultado. Sonríe, sin sacar los sentidos del sol rojo como la sangre, que se ahoga frente a sus ojos, en su sonrisa hay esperanza, verde esperanza como sus ojos. Siente su presencia y no puede evitar que se le acelere el corazón. El volvió, como siempre lo hace. Gira la cabeza y ahí esta él; sonriéndole, con esos ojos color avellana, grandes muy grandes, pero incapaces de abarcar en ellos todo lo que no llegaron a decirse. Pero está ahí, mirándola con ternura y un amor tan inmenso que ni el mismo mar podría comparársele. Ella ensancha la sonrisa, pero ahora en sus cristalinos ojos naturaleza hay miedo. Corren más lágrimas, no puede evitarlas. El sol intenta no ahogarse en el horizonte, todavía le quedan unos segundos más de vida, antes de dar su último suspiro, antes de llevarse con él la última esperanza.
Se miran y a pesar de que no se tocan; se sienten. Ambos sienten la intensidad de los sentimientos del otro. Sus ojos verdes vagan por el rostro perfecto del ser que más ama en su vida. Sus cabellos castaños y cortos, con ligeros destellos escarlatas por causa del agonizante sol, su nariz recta y sus labios, bonitos y suaves, todo absolutamente todo en él es perfecto.
Sus ojos terminaron de nuevo en ese mar color avellana que la miraban casi sin pestañear y aunque las sombras cubren parte de su rostro eso no le impide ver el brillo que hay en ellos. Y vio en ellos brillar a la tristeza, sabía que él también la extrañaba, y su corazón no está preparado aun para dejarlo ir. Se desespera, no quiere verlo irse de nuevo.
Juntos habían pasado por tanto, juntos vencieron obstáculos inimaginables. Juntos crearon música para palabras sin letras y para momentos sin salida. Juntos crecieron por caminos separados. Juntos cantaron en silencio su amor para que el mundo entero sufriera con ellos y se alegrara con ellos. Juntos se encontraron, después de inmensas soledades y angustias. Alargó su mano para intentar tocarlo, estirando sus finos dedos hacia su rostro, él parecía ansiar ese roce. Tanto como lo ansiaba ella.
Su vientre se revuelve inquieto, ella baja la cabeza y con rapidez retira la mano, acariciando su vientre para calmarlo, pero más que nada lo hace porque no soporta la idea de verlo y nunca más poder tocarlo. Juntando valor levanta los ojos de nuevo, y él, ya no está.
Su sol acaba de morir de nuevo.
Y ahora solo queda un gran vacío, y su recuerdo.
Se fue. Así como el mar se lleva al sol todas las puestas y no lo trae más. Así se fue. Así también se lo lleva a él, en todos los anocheceres.
Pero ella espera, espera todas las tardes, hasta que el sol es consumido por el mar, por la oscuridad que comienza a rodearla y que en ese preciso instante amenaza con llevársela también.
Al llegar la noche, toda esperanza de que vuelva se ve consumida, para volver a renacer a la tarde siguiente, justo antes del crepúsculo.
El sol ya murió por completo. La joven de largos y dorados cabellos se pone de pie lentamente. Su vestido negro gastado por el tiempo y el uso, al igual que su piel, están llenos de tierra, que más que ensuciarla, la limpian. Camina con pasos lentos, acompañados de una melodía muda y sin notas. Camina, como si no importara el tiempo, dejando que el agua salada enjuague sus pies y sus mejillas. Llora en silencio, aferrándose con desespero a su vientre, el último regalo que él le dejo.
Mañana volverá, para una vez más, volverlo a ver, en su mente, en su desesperación desenfrenada, que le incita a inventarlo todos los anocheceres.
Se aleja, pero regresará mañana, de tarde, cuando el sol este por hundirse en el mar. Cuando él, de nuevo, este a su lado, y luego...
Ya no.
Volverá, y volverá de nuevo.
En la distancia, un hombre observa la escena y suelta un largo y triste suspiro. Con lentitud, camina en la dirección donde ve alejarse a la mujer. Detallando su delgada figura en la lejanía, observando a su alrededor, protegiéndola, acompañándola.
Verla así. En toalla y con gotitas rodando por su piel pálida lo enloqueció. No esperaba que saliera así, esperaba que por lo menos estuviera más cubierta, una bata tal vez. No supo qué hacer. No tenía el cuerpo de una mujer, aun, pero la toalla dejaba ver aspectos de su cuerpo que se estaban formando. Todavía era una niña, igual que él. Sin embargo, el amor que sentía superaba su edad. Había planeado lo que le iba a decir, pero al tenerla enfrente, todas las palabras se esfumaron y en lo único que podía pensar era en saltar la cama que los separaba y besarla como nunca antes. Pero sus piernas no reaccionaron. Y ella estaba allí, tan cerca, pero a la vez tan lejos. Pudo notar la tristeza que la rodeaba, y estar con la cara lavada dejaba ver unas ligeras manchas oscuras por debajo de sus ojos. Esos ojos tan hermosos color esmeralda. Una punzada de culpa clavó su corazón, seguro no podía dormir bien por causa suya. Sin querer había lastimado a la niña que amaba. Esa niña que le había ens
Eran cerca de las siete de la tarde cuando regresó a su casa luego de uno de esos días en los que salía a recorrer la ciudad sola. Era como una rutina que adquirió y que no la rompía desde hace casi dos meses, desde que salió sola por primera vez. Estaba agotadisima y demasiado feliz que todos sus problemas pasaron a un segundo plano, al menos por el momento. Había recorrido casi toda la ciudad a pie. Quería disfrutar de esa ciudad. Y así lo hizo.Y hoy fue la última vez. Pero ahora la felicidad la embargaba de sobremanera, en unos días estaría fuera de ese lugar, disfrutando de la vida junto a su padre. Olvidándose de todas las amarguras que conoció dentro de esa casa.Se dirigió a la puerta de la cocina, no quería entrar por la puerta principal. Se escabulliría sin que nadie la viera, como el fantasma en el que se estaba convirtiendo. Sabía que probablemente Janna estaría en la cocina. Pero era preferible encontrarse con ella que con otras personas que habitaban la casa o que la visi
Entró corriendo a su habitación y cerró la puerta despacio. Estaba segura que su hermana no la había visto. Cuando aseguro la puerta se recostó por esta y dio rienda suelta a su tristeza. Había dicho que no dejaría que le afecte. Entonces ¿Por qué le afectaba tanto? ¿Por qué le causaba ese daño? ¿Qué le había hecho? Se quedó allí, sentada en el piso de su habitación llorando por un momento. Hasta que decidió dejar de hacerlo. Había visto a la madre de Pablo mirando por la ventana y no pudo más que actuar rápido. Necesitaba salir de ahí porque tenía miedo de poner la vida de Juliana en riesgo y la de él también. Se dirigió al tocador y se lavó la cara. Se dirigió al armario y cogió lo primero que encontró. Unos jeans, una de sus remeras favoritas y eligió unas zapatillas deportivas especialmente cómodas. Tomó una de sus carteras cruzadas y la cargo de lo esencial; unas hebillas por si le molestaba el pelo, una pequeña libreta y una lapicera, siempre estaba preparada, porque la inspirac
A la mañana siguiente, se despertó temprano como siempre, al salir el sol. Se restregó los ojos y se estiró dulcemente en la cama. Pero no se levantó enseguida, se quedó remoloneando un momento más, observando los rayos tímidos de sol que entraban ya por la ventana que tenía a su izquierda. Una corriente de aire con olor a primavera ingresó por la ventana, haciendo ondear las cortinas blancas de gasa. El invierno ya estaba en el olvido. Ahora estaba llegando el reino de las flores. Era su estación preferida. Adoraba las flores. Sonrió. Era una mañana simplemente hermosa. Se levantó y se puso las pantuflas, fue al baño y se lavó la cara. Se cepillo los dientes e intento arreglar un poco su larga cabellera ensortijada. Imposible, se notaban las secuelas de haber dormido con el pelo mojado. Lo tenía sumamente hinchado. Desistió de la idea, le gustaba mejor así. Largo, rebelde e imposible de peinar. Y así como estaba, en medias y pantuflas y con pantalones cortos y camiseta, bajo a desay
A la mañana siguiente Julieta se levantó muy temprano, se vistió como lo hacia siempre para ir al colegio y bajó a desayunar. Todavía todos estaban dormidos. Se sentó a desayunar sola, y mientras esperaba a que todos bajaran, recordó todo el año que transcurría sin que ella pudiera detenerlo, le vinieron a la mente imágenes del colegio. Le molestaba mucho tener que volver, realmente no tenía ningún amigo que valiera completamente la pena. Le hastiaba tener que ver de nuevo a las monjas que no hacían más que meterse en su vida y fastidiarla.En el colegio todo fue peor de lo que se había imaginado. El grupo de chicas esnobs de su clase se la pasó burlando de ella por causa de su accidente y por la escuela había corrido el rumor de su escapada nocturna con Pablo y que luego este la había dejado por su hermana. Julieta volvió llorando a su casa. No tenía ni idea de cómo se había corrido el rumor, los únicos que sabían de lo que pasó eran ella y Pablo. - ¡Hija! ¿Por qué lloras? ¿Qué te s
Julieta observó la habitación sumida en la penumbra, tenía un aspecto muy vacío, como su corazón. Observo la ventana, estaba cerrada. Se levantó con un poco de esfuerzo, todavía estaba muy débil, le costó mucho bajar de la cama y casi se cayó al intentarlo. Al llegar a la ventana la abrió. Ahí estaba la luna, su luna, esperándola como siempre. Se acercó de nuevo a su cama. Estaba muy cansada. Fueron demasiadas emociones para un solo día. Antes de cerrar los ojos, abrió su mano de nuevo y encontró al caracolito, lo apretó con fuerza contra su pecho y sintió alivio. Luego se dio la vuelta y cerró los ojos. Al rato alguien entró en el cuarto, Julieta no lo sintió pues estaba completamente dormida. Se acercó a ella y la miro dormir pero ella despertó con el movimiento.- ¿Qué haces acá? - pregunto un poco asustada. - Estoy tan feliz de ver tus ojos de nuevo - intentó acercarse para abrazarla. - No te acerques ni un centímetro más. - exclamó asustada.Pablo se detuvo al borde de su c
Último capítulo