- ¡Sujétate! Y dame tu otra mano, voy a subirte.
Julieta gimió llena de miedo, pero le tendió una mano temblorosa y llena de tierra. Era el muchacho al que ella estaba persiguiendo, él la estaba subiendo. Con una fuerza descomunal el muchacho subió a la llorosa Julieta a tierra firme. Julieta temblaba.
- Gra-gracias - consiguió articular Julieta, dirigiéndose a la espalda del muchacho que estaba recogiendo sus cosas.
- No, de nada - dijo el muchacho mientras se volteaba para mirarla. A la luz de la luna, el muchacho pudo observar las bellas facciones de Julieta, que, aunque llenas de tierra, resultaban extrañamente bellas y familiares - ¿Julieta? ¿Eres tú?
- ¿Pablo? ¡Pablo! Pablo es tu nombre ¿Cierto?
- Si. Pero... ¿Qué rayos haces aquí?
-Eso te pregunto yo a ti ¿qué haces aquí?
- Bueno