Mundo de ficçãoIniciar sessãoMadison Logan y su padre se mudan a casa de los abuelos cuando él pierde su casa y empleo. El reencuentro con su fastidioso vecino, quien ya no es un el jovencito débil de quién ella se aprovecha, la entrada a la universidad donde encuentra todo tipo de personajes, sus locos abuelos y la boda miserable de su padre pondrán su vida de patas arribas. ¿Qué hará Madison cuando se vea envuelta en situaciones parecidas a los libros cliché ella no soporta? ¿Sabrá identificar el o se dejará atraer por lo irreal?
Ler maisCapítulo 1.
Determinación En la habitación al final del extenso corredor de la Hacienda Montenegro, Valentina se arregla para lo que será su gran día. Ella se está mirando al espejo cuando de repente un reflejo extraño aparece en su visión, animándola a voltearse para ver a quien será su futuro esposo. —¿No le han dicho que ver a la novia antes del matrimonio trae mala suerte, joven? — Pregunta Valentina con tono calmado. Ricardo la mira unos segundos, intercambiando mirada con Valentina, quien lo sigue hasta verlo sentarse en el sofá. —Eso solo sucede en los matrimonios reales, no te preocupes, quizás debas asegurarte de que no pase en tu próxima boda. Valentina lo mira en silencio, imaginando a qué ha venido. —¿Me dirá a qué ha venido?— Pregunta sin rodeos. —Vine a hablar con mi futura esposa. —¿No piensa huir? Pensé que eso haría; estuve pensando que saldría de aquí y caminaría al altar; todos afuera estarían murmurando que se ha ido y me dejó plantada. Ricardo sonríe, dulce y amargamente atractivo, tan guapo, dejando ver esos impecables dientes blancos. —Eso suena tentador, pero no estoy interesado en huir; tu comentario me hace entender que mi abuelo te explicó la situación. —Lo hizo —responde ella indiferente. —Perfecto, eso me ahorra el discurso; solo viene a dejarte unos puntos claros antes de que toda esta farsa comience. —Ella asiente con la cabeza y toma asiento frente a él. —Lo escucho —dice ella muy serena. —Escucha, Valentina Casanova, quiero que sepas y entiendas antes de tomar la decisión de salir allá afuera y firmar ese contrato, que lo único que puedo ofrecerte de esta alianza es el título de esposa. A partir de ahora, tú solo seguirás tu papel y no interferirás en mis asuntos. En cuanto se cumpla el plazo, nos divorciaremos y será como si nada de esto hubiera pasado. No esperes mucho más de mí, porque esto es lo único que puedo ofrecerte; no estoy interesado en involucrarme románticamente contigo. Aquellas palabras firmes y duras retumban en la mente de Valentina, su corazón sintiendo una presión en su pecho ante el imponente hombre que se convertirá en su esposo, el prestigioso heredero Ricardo Montenegro. Un reconocimiento que para ella es una gran fortuna según los comentarios de la gente del pueblo, convirtiéndose en la envidia de muchas de las damas pueblerinas de Yucatán-México, ante lo que representa ser la esposa de uno de los Montenegro, la familia más poderosa de Yucatán, sin saber las verdaderas razones detrás de esta apresurada unión. —Lo entiendo perfectamente; de hecho, ya conversé los términos con su abuelo. No se preocupe, no estoy interesada sentimentalmente en usted, ni busco aprobación de ningún tipo; si me caso hoy con usted es por gratitud con su abuelo, nada más. Pierda cuidado, sé cuál es mi lugar. Sus palabras sorprenden a Ricardo, un hombre acostumbrado a ser el centro de atención, al que todos le temen y piensan dos veces para responderle, siendo Valentina la primera en cuestionarlo, pero lo toma con indiferencia, él un Montenegro y no permite que esas cosas calen en su mente. —Perfecto, aclarado todo este asunto, te espero en el altar… Ricardo se levanta dejando sola a Valentina, quien no puede moverse de su lugar. Este encuentro la ha dejado con un mal sabor; si solo el abuelo Pablo no estuviera de promedio, ella ya hubiera renunciado a esta locura. —Valentina, querida— Aparece una de las criadas.—ya todos esperan por ti. El joven Ricardo ya está en el altar. ¿Estás lista, mi niña? Valentina suspira mirando su reflejo una vez más en el espejo. —Lo estoy, Paloma, vamos. * Mientras Valentina camina hacia el altar, sus pensamientos la llevan a hace diez años atrás. Vicente, el padre de Valentina, quien trabajaba como capataz en la hacienda Montenegro, se vio en apuros en un deslizamiento de tierra en medio de una obra en las afueras de la hacienda, donde el señor Pablo Montero, el monarca de la familia, se vio atrapado entre el descenso. Para salvar a su patrón, Vicente arriesgó su vida, exponiéndose ante él, lo que lo llevó a ser sepultado por enormes rocas. Ante este gesto de humanidad, Pablo juró proteger a Valentina y hacerla una mujer de bien, lo que convirtió a Valentina y a su madre en una de las protegidas de la gran familia. A pesar de sus presentes herederos, nadie se atrevía a interponerse en las decisiones del monarca, temerosos de ser desheredados, su palabra es ley y por eso se ha hecho respetar su decisión hasta ahora sobré esta unión. Valentina ve a su alrededor: amigos, familia y conocidos de los Montenegro ocupan las sillas en el jardín; son pocos los allegados de Valentina, muchas personas que no esperaban que esto fuera posible y mucho menos ella fuera la novia están presentes. Hace apenas ayer, su reencuentro con Ricardo había causado expectativas en ella; recordar todo lo que pasó hasta ahora es un recuerdo amargo que la llena de incomodidad, mientras dirige sus pasos sobre la larga alfombra roja del brazo de Pablo, quien la guía hacía Ricardo. * Flashback, 24 horas antes. Horas de vuelo. La familia Montenegro está de vuelta; todo el pueblo estalla en murmullos. Valentina, quien estaba en el campo, va a gran velocidad en su caballo para recibir a Pablo. En el momento en el que los autos se estacionan, Pablo la ve venir galopando; su presencia es notada por todos, es la belleza de Yucatán, todo el que la ve pasar la admira; incluso para Ricardo no es indiferente la atención que recibe. —¿Esa es la rancherita? —Las palabras de Paulina se quedan en el aire ante la presencia de Valentina. —Oooh… —dice deteniendo su caballo—. ¡Abuelo! —Exclama con alegría, Valentina bajando de su caballo de un salto. Ella se incorpora rápidamente, quitándose su sombrero en señal de respeto ante los presentes y su abuelo, cautivando la vista de todos los que la notan, su belleza; es una mujer de tez clara, de 1.70 cm de alto, de hermosos ojos color miel con grandes pestañas, labios gruesos y nariz respingada, de cabello castaño, lizo, que le llega a las caderas, con un cuerpazo de diosa que sin duda captura la atención completa de la familia que se preguntan, ¿Dónde está la niña mugrosa que jugaba con el fango y siempre estaba sucia? —Bienvenido, abuelo. —Valentina le da un beso en la mano a Pablo, quien le acaricia la mejilla en respuesta. —Mi pequeña, permíteme presentarte a mi familia, aunque ya se conocían; quizás no lo recuerdas, mi hijo, Darío. —Valentina, qué rápido pasa el tiempo, ¿20 años tienes ya? —Así es, patrón, bienvenido. —Muchas gracias, ¿recuerdas a mi esposa Rocío? —Sí, la recuerdo, bienvenida, señora Palma. —Rocío la saluda con indiferencia, pese a que ella también es una mujer que salió del campo; olvidó por completo sus raíces, dejando la mano de Valentina extendida con arrogancia y una expresión despectiva. —Ella es la pequeña Paulina, la que se fue con solo 1 año de edad. —dice Darío, atrayendo a Paulina, quien la rechaza de golpe al igual que su madre. —No, qué asco, huele a estiércol y está sudada, no quiero tocarla, papá, que se aparte la rancherita. Su comentario incomoda un poco a Valentina, quien se aparta. —Lo lamento, señorita, no sabía que vendrían; estaba en el campo revisando la cosecha. —No te disculpes, hija, Paulina no tiene educación; la ciudad le comió el cerebro.— Responde Pablo arrogante. —¡Abuelo! —exclama Paula furiosa. —Ignorala. Valentina, querida, ¿te acuerdas de Ricardo?— Pregunta Pablo atrayéndola hacia su nieto. Ella ya lo había notado de reojo, sus miradas por fin se encuentran y es como si los recuerdos volvieran a la mente de Valentina, viaja al pasado dónde ella solía seguirlo sucia y con ropa desaliñada a todas partes, ella solía esconderse para verlo jugar con el resto de los pueblerinos, en aquel entonces Ricardo tenia 15 años, y era un joven admirado por todos, en especial por ella quien lo veía como si él fuera un ángel caído del cielo, y verlo ahora es un shock para ella, él ha cambiado, ahora frente a ella está un hombre de 25 años, muy atractivo, de ojos azules como el cielo, tez clara, cabello castaño oscuro, de buen físico, con una estatura de 1.90 cm de alto, que irradia elegancia y un olor a perfume costoso imposible de ignorar. —Bienvenido, joven. —Ella no se acerca, apoya su sombrero en su pecho, inclinando la cabeza ligeramente ante él. —Gracias. ¿Me indican cuál será mi habitación? Necesito descansar. —Valentina, por favor, guía a Ricardo a la habitación principal del lado norte. —Sí, abuelo, como órdenes. Sígame, por favor. Ella le señala el camino y él la sigue en silencio; ninguno de los dos menciona palabra hasta llegar a la habitación. —Adelante, joven, ¡bienvenido! ¿Necesita algo más? —No, puedes retirarte. Ella, sin decir nada más, sale de la habitación, dejando a Ricardo muy tenso, él suelta su bolso al suelo con pesadez y se sienta en la cama con fastidió. En cuanto a Valentina, ella regresa al salón rápidamente, incorporándose una vez más con Pablo quien ya la espera. —Valentina, querida, vamos a mi despacho —dice el hombre poniéndose en pie con ayuda de su bastón, ignorando la presencia de su hijo y su nuera. —Lo sigo, abuelo. —Responde con timidez, ayudando al hombre a cruzar la puerta del despacho. Al estar solos, lejos del caos que han dejado afuera, Pablo se dispone a hacerle una petición. —Valentina, querida, ven siéntate a mi lado...— Valentina no duda, se sienta a su lado y Pablo la toma de la mano—mi niña, hace años dijiste que harías lo que fuera por hacerme feliz. Valentina se extraña por sus palabras pero rápidamente busca una respuesta. —Lo haría, abuelo; lo que me pida usted, para mí es un gusto poder hacerlo, quiero que sea feliz. —Valentina, he ido al doctor, como te había informado. —¿Qué le dijeron, abuelo? ¿Está bien? —Me temo que no, querida, mi situación de salud no es de gravedad, pero sí es delicada; debo cuidarme bien y tener mucho descanso, reposo. —Abuelo, yo cuidaré de usted, no se preocupe por nada, yo me haré cargo de todo. —En eso he estado pensando, Valentina, en que este lugar es muy grande, son muchas responsabilidades para ti… —Toma su mejilla y ella la acaricia. —Lo haré, abuelo, le prometo que no voy a defraudarlo. —Escucha, Valentina, he traído a mi nieto Ricardo para que se haga cargo de mis deberes en la hacienda. Valentina, hija, lo he estado pensando y yo quiero que tú te cases con Ricardo y que juntos velen por el patrimonio de la familia Montenegro.Daniel«Esto no está pasando».Camino con desesperación de un lado a otro, estoy temblando, todo esto debe ser una pinche pesadilla.—¿Creen que se la hayan llevado los alienígenas?Todos ignoramos al señor Logan, puesto que la desaparición de Madison lo ha puesto más loco de lo que ya estaba.—¿Por qué la policía no hace nada? —La señora Logan se lamenta. Como todavía no han pasado veinticuatro horas de su desaparición, ellos no van a mover un dedo.—No se preocupen, la encontraremos. —Todos volteamos al escuchar a aquella voz, es la señora que se drogó y viene en compañía del papá de Madison—. Ya somos como de la familia, la desaparición de la niña es nuestro asunto también.Observo que la señora tie
Tres meses despuésDaniel—¡Eres un insensible! —Julie llora desconsolada, haciéndome sentir como un idiota. Creo que Madison tiene razón, debí quedarme solo y no joderme más la vida. Creí que con Julie sería diferente y podría olvidar a esa loca, pero me equivoqué.¡Soy un tonto!—No me puedes prohibir que hable con Madison, ella es mi amiga y vecina desde que tengo uso de razón.—No creo que uses la razón. —Se cruza de brazos y hace un puchero. ¡Qué hastío!—¿Qué es lo que quieres? No sé cómo complacerte.—Claro que lo sabes... —Se acerca con coquetería y envuelve sus brazos alrededor de mi cuello. No me está gustando el giro de esta conversación.
Después de tres meses de lo sucedido con el dichoso video, decido regresar a la universidad. Es como empezar de nuevo y bien, no ha sido fácil. Muchas cosas han pasado desde mi encierro en mi habicueva. No me juzguen, si Batman tiene una Baticueva, yo puedo tener una habicueva.He hablado con Patty por llamadas y mensajes, ella me llegó a visitar varias veces, pero como yo estaba en depre, no pude ser un soporte para ella.Mi amiga está pasando por un momento difícil, puesto que está embarazada de un patán que está casado, es mucho mayor que ella y le dio dinero para que abortara.¡El profesor sexy resultó ser un desgraciado!Algunas personas que me reconocen del video se burlan en mi cara, otros solo murmuran. He decidido ignorarlos y seguir con mi vida. Johnny me insistió varias veces para volver a salir, no obstante, me he negado a verlo, creo que ya se aburri
Daniel—¡Necesito verla! —El cínico este quiere morirse joven.—¡Maldito cabrón de mierda! —Lo agarro por el cuello y juro que lo que quiero es matarlo.—¡No eres nadie para impedirlo! ¡Quítate del medio, maldito loser!Le estampo mi puño en su carita de modelo desgraciado y lo pateo, quiero matar a este cretino.—¡Ya basta, imbéciles! —Logan sale con cara de hastío y verla en esas condiciones me parte el corazón. Su cabello está desgreñado y sus ojos rojos e hinchados. La decepción y la tristeza que emana me duele.—Pequeña, te juro que yo no fui, no sé quién tomo esas fotografías, pero no tengo nada que ver.—¡Estúpido mentiroso! —espeto con toda mi rabia contenida.&
—Toma, Logan. —Scott me pasa un café con leche, aunque no es mi favorito, no sabe mal. No sé cómo es que este niño especial lo logra, es decir, no es un galán y es todo un payaso. Tomo otro sorbo para calmar mis nervios, nunca en mi vida había estado en una cárcel, pero otra vez debo agradecer a mi padre por arruinar mi vida.—Ya tuve suficiente, bebe o la policía me va a sacar los ojos. —Le paso el café a Scott y él se carcajea. ¿Cómo puede reír en un momento así? ¡Estamos preso con un carajo!—Es mi café y puedo dártelo si quiero.—¡Eres un descarado! Puteas con la policía y ella te regala café, ¿cómo crees que se siente al verme tragarme su regalo?—Nadie la obligó. —Scott rueda los ojos—. No me dijo que no
—Patty, dime la verdad. —La tomo por el brazo y la confronto con la mirada, esta vez no lo dejaré pasar—. ¿Qué te traes con el profesor sexy?Juega con su cabello y esboza una risita nerviosa.—Pues... —Suspira—. Nada malo, solo que... —Una lágrima corre por su mejilla y mi sangre arde, espero no sea lo que me imagino. La arrastro para el baño y me aseguro de que estemos solas, entonces cierro la puerta.—Habla...—Tenemos una relación y nos hemos acostado, pero...—¿Pero? —Me siento rara preguntando por el “pero” cuando todo esto está mal.—Yo... —Limpia otra lágrima—. Yo estoy embarazada.Ok... Madison, respira...—¡¿Estás embarazada?!—¡Oigan! ¡Abran el maldito ba&ntil





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