Luis misteriosamente me cita en su apartamento. Acudo enseguida, y cuando le tengo delante, observo cómo su pequeño enfado del otro día se ha evaporado por completo.Obviamos hablar del tema de Paquito, aunque pienso en él y, más que nada, en lo que será de su vida. No ha llamado, como me indicó Luis, y evito darle la razón.En el fondo, también pienso que todavía es pronto y que posiblemente, Paquito esté sopesando en dar el paso, que le lleve a dejar definitivamente la bebida. Si es que llega a hacerlo. Si es que, de verdad, se lo plantea.Es difícil agarrarse a la primera mano que se te acerca. Lo más seguro es que, al despertarse, no se acuerde de mí, ni de Luis, o que lo vea como fruto de una alucinación, y que, la tarjeta, que le dejé en su mesilla de noche, no le diga nada más que un número de teléfono al que no llamará. Se necesita mucho valor para hacerlo. Dudo que Paquito lo tenga. «No pienses en él, Elisa», me digo.Concéntrate en Luis y lo que tiene que decirte. Se le ve
Leer más