~ Amalia ~ Dante dormía a ratos, sacudido por la fiebre y el dolor, mientras yo permanecía sentada a su lado, vigilando cada uno de sus alientos. Acaricié su frente, retirando un mechón de pelo empapado en sudor. Dante abrió los ojos lentamente, sus pupilas estaban dilatadas, pero su mirada seguía teniendo esa intensidad que me desarmaba. — Estás despierto. — Susurré, tratando de sonreír— La fiebre ha bajado un poco. — Amalia... — Su voz era un roce áspero. — Tienes que irte, Marcus debería haber vuelto ya, si no lo ha hecho, es porque el cerco de mi padre se está cerrando, no quiero que estés aquí cuando la puerta caiga. — No voy a ninguna parte, Dante. Ya te lo dije, si Marco quiere llegar a ti, tendrá que pasar por encima de la mujer que casi te mata una vez, te aseguro que no soy un obstáculo fácil. Dante soltó una risa débil que terminó en un quejido. Intentó incorporarse, apoyándose en su brazo sano, y yo lo ayudé a recostarse contra las almohadas. — Eres terca. — Dijo
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