Capítulo 4 —Más… tranquilo.Narrador:El comedor de los Salvatierra tenía esa solemnidad de los lugares donde nunca pasa nada… y, sin embargo, todo podría pasar. Las luces del candelabro se reflejaban en los cubiertos de plata, el cristal relucía como si no existiera el polvo, y el silencio pesaba más que cualquier palabra.Lucía entró del brazo de Leonardo. Vestía un tono azul que su futura suegra había elegido personalmente. Sonrió, saludó, agradeció, fingió tranquilidad. Pero cada paso se sentía como caminar sobre hielo fino. Porque, al otro extremo de la mesa, estaba Rodrigo.Impecable. Tranquilo. Con esa presencia silenciosa que llenaba el aire incluso sin hablar. Era imposible no mirarlo, e igual de imposible sostenerle la mirada.—Lucía, querida —dijo la madre de Leonardo con una dulzura calculada —siéntate junto a mí. Rodrigo, frente a tu hermano. Así podremos conversar todos. Lucía obedeció. Su tono, sus gestos, todo era educación y medida. Pero cuando alzó la vista, Rodr
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