Capítulo 10 —El límite
Narrador:
La tarde avanzó como un animal herido: lento, irregular, respirando de forma extraña. Todo seguía igual en la mansión: flores entrando, proveedores saliendo, llamadas, reuniones. Pero debajo de esa apariencia de orden había un temblor invisible, una grieta que nadie quería mirar de frente. Nadie excepto tres personas: Rodrigo. Lucía. Y la madre de Leonardo.
Lucía pasó horas intentando mantenerse lejos de ambos hermanos. Cada vez que escuchaba el eco de unos pasos masculinos en el pasillo, se escondía en la primera habitación vacía que encontraba. Se sentía ridícula, pero no podía controlarlo.
Rodrigo también intentaba guardarse. A su manera. No acercándose demasiado…
pero tampoco lo suficiente como para desaparecer.
Era como si cada vez que se cruzaban en un pasillo, hubiese un foco invisible iluminando solo a ellos dos.
La madre observaba todo. Era imposible no sentir ese ojo crítico, frío, afilado como una aguja. Demasiado silenciosa. Demasiado ate