El avión descendía sobre Buenos Aires y el sol de la mañana teñía el cielo de un dorado que parecía arrancado de un sueño. Rocío Villanova cerró los ojos un instante, respiró hondo y se dejó envolver por ese olor tan suyo: una mezcla de tierra húmeda, café recién hecho y brisa urbana. Habían pasado demasiados años desde la última vez que pisó Argentina, el país de su padre, ese rincón del mundo que había aprendido a llamar hogar, aun habiendo nacido lejos, en Madrid.Volvía distinta.Más fuerte. Más libre. Más dueña de sí.Y, sin embargo, algo dentro de ella temblaba, como si su alma presintiera que no todo sería tan sencillo como planificaba.Su padre, Alejandro Villanova, la esperaba en el aeropuerto con una sonrisa de orgullo que no lograba ocultar la emoción. Para él, su hija era el reflejo de todos sus logros. Ella, en cambio, lo veía como la raíz que la mantenía firme. Juntos volvían a tomar las riendas de la empresa familiar, después de que Rocío pasara varios años en Dubái dir
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