Luciendo la corona de la Reina Victoria, Emma se paró frente a todos y justo al lado de la reina. La princesa de Borbón era reverenciada ante la incredulidad de Mónica Cervantes. — Inglaterra es nuestra madre patria, una tierra rica y prospera regida por Monarcas valientes y sabios. — dijo mirando a todos y la ansiedad mostrada en sus rostros por saber quién sería el nuevo rey. — Estos últimos años se han mostrado llenos de desafíos, y por ello es que, elegido a la persona más noble de nuestra tierra, en cuya sangre corre la de los primeros reyes legendarios de esta gran nación. — dijo haciendo que todos comenzarán a murmura. — ¡Silencio! Soy la Reina Berta de Inglaterra, y mi heredero al trono será… Emma Borbón, la princesa de Borbón e ilustre dama del sur. — dijo la Reina Berta con gran magnificencia y firmeza.Cada persona que se hallaba en el banquete, y todo aquel que estaba en el castillo de Buckingham, eran testigos de aquello que marcaba un precedente. Emma Borbón había sido

— Vaya, veo que la vieja bruja finalmente lo hizo, aunque es noticia debía darla hasta Diciembre. — dijo Cassandra que desnuda, se acercaba a abrazar por la espalda a su joven amante.Eduardo sentía asco de aquella mujer, pero Cassandra Borbón aún podría serle de utilidad, y aquello que había dicho, lo dejaba pensativo.— ¿Hasta diciembre dices? — cuestionó.Cassandra asintió. — Así es, ahora ya no tiene caso ocultártelo cariño, pero la reina hace meses les devolvió los títulos de príncipes a Mikael y a mi hija, y repentinamente nos dijo que había decidido que Emma sería su heredera, aunque, está noticia iba s revelarla hasta diciembre, así que es extraño que decidiera adelantar el compromiso y la boda de Emma y Daniel, además de ya nombrarla ante todos como la princesa de Gales y su heredera. — aseguró.Eduardo meditó un momento aquello; la Reina Berta debía de estar ocultando algo, y debía de averiguar que era.En Estados Unidos, Mérida observaba aquellos archivos que le habían lleg

En el palacete de los Borbón, Eduardo Cervantes terminaba una llamada. Mirando a Cassandra durmiendo en su cama, frunció el entrecejo y salió de esa habitación. Emma Borbón había sido nombrada por la misma Reina Berta, su sucesora, lo que la convertía en la única heredera al trono de Inglaterra. Ese era el mejor momento para sacar de en medio a Daniel Lancaster, y así lograr casarse con esa hermosa mujer de ojos violeta a la que deseaba con locura.Marcando un nuevo número, Eduardo salía del palacete para caminar hacia los jardines y no ser escuchado. No podía permitir que el matrimonio entre Emma y Daniel se llevara a cabo.— Tenemos un cambio de planes, espero que estén listos. — ordenó.El sonido de la pala contra la tierra fresca, rompía el sepulcral silencio en el camposanto privado que se hallaba en los territorios del castillo de Balmoral, destinado a sus Duques y miembros familiares cercanos. A ratos, algún sollozo se dejaba sentir, mientras aquella pala seguía echando tierra

— Como deseo que esa mujer desaparezca… — musitó para si misma apretando los puños sobre la alfombra.En el aeropuerto de Londres, Mérida descendía de un avión que venía desde Estados Unidos. Se había subido al primer vuelo disponible que encontró después de ver la terrible noticia de la muerte del Duque de Balmoral y de enterarse de lo ocurrido a Odette por medio de Charlotte. Mirando los archivos que Odette le envío una vez más, esperaba poder conseguir la contraseña de los mismos. Allí debían estar todas las pruebas que necesitaban.Mirando una pequeña protesta fuera del aeropuerto, pudo ver qué en algunos carteles había personas que se mostraba a favor de los Cervantes y otras a favor de la realeza. Todo aquello había escalado muchísimo, tenían poco tiempo para resolverlo todo, meditó Mérida.En el palacete de los Borbón, Eduardo Cervantes recibía a sus hombres, todos recién llegados de España. Mikael lo observaba dando lo que parecían ser indicaciones. Aquel hombre estaba planean

— Emma…ya no se que es lo que debo de creer, ya no se que es verdad y que no lo es…cometí un error contigo, y aún cuando realmente ya no sé si me fuiste infiel o no, nunca debí sacarte a morir en esa tormenta…todo esto, es culpa mía y yo…lo lamento. Por favor, permíteme compensar lo que te hice. Por favor, perdóname. — dijo Eduardo apenas sin voz.Emma sintió como su sangre hirvió durante un momento, y caminando hacia Eduardo Lancaster lo miró fijamente a los ojos. Aquel hombre que ahora lucía demacrado y sufrido, aquel hombre al que había amado, jamás podría repararle nada de lo que le había hecho. Abofeteando su rostro, Eduardo no se movió de su sitio, y se arrodilló ante ella sin decir palabra alguna.— Jamás podrías compensar mi pérdida ni mi dolor, jamás podré perdonarte, lo que tú nos hiciste, no tiene perdón. Adiós, Eduardo Lancaster. — dijo Emma.Desesperado, Eduardo abrazó a Emma Borbón contra su pecho. Ella era la mujer que amaba, ella era la mujer que amaría por siempre, y