Capítulo 52 —InteligenciaNarrador:Esa noche, después de que la mansión quedó en silencio, Mateo salió del baño secándose el cabello con una toalla. Llevaba puesto solo el pantalón del pijama, el torso todavía húmedo y el cuerpo cansado por un día que había sido demasiado largo incluso para él.Soltó la toalla en una silla y se disponía a meterse en la cama cuando escuchó tres golpes en la puerta. No fuertes, no tímidos. Golpes de alguien que dudaba… pero que necesitaba entrar.Mateo frunció el ceño y caminó hacia la puerta, la abrió y se encontró con Dinorah.Ella estaba de pie, con expresión tensa, las manos juntas como si tuviera que contenerse para no apretarlas. Sus ojos oscuros brillaban con algo que no era miedo… pero sí urgencia.—Necesito hablar contigo —dijo sin rodeos.Mateo asintió y abrió más la puerta.—Pasa.Dinorah entró despacio, sin mirar demasiado la habitación, como si hubiera ido directamente al punto: él. Mateo cerró la puerta detrás de ella y se cruzó de brazos,

Capítulo 54 —El ascensoNarrador:El sol entraba por las cortinas cuando Luigi abrió la puerta del dormitorio con el codo. En una mano llevaba una bandeja con café, jugo, pan caliente y fruta. En la otra, el impulso terco de un hombre que había dormido con una sonrisa por primera vez en mucho tiempo.Valeria seguía dormida.Estaba de lado, el cabello desordenado sobre la almohada, una pierna asomándose por debajo de la sábana. Parecía tan tranquila, tan ajena al mundo, que a Luigi se le aflojó algo en el pecho.Dejó la bandeja sobre la mesa de noche con cuidado.La observó un instante, como si necesitara memorizarla antes de tocarla. Después se inclinó despacio, apoyando una mano en el colchón. Se acercó a su rostro. La besó en la sien primero. Un beso suave, cálido. Después en la mejilla. Un poco más lento. Y cuando ella suspiró dormida, Luigi sonrió contra su piel.—Buenos días, cariño —murmuró.Aún no despertaba. Así que bajó los labios a su cuello. Ese beso ya no fue dulce, fue len

Capítulo 56 —Una deuda que no teníaNarrador:Mateo siguió hablando, sin suavizar nada, sin permitir que la verdad se disfrazara.—Trabajaba para tí —dijo, firme, directo —Hasta que apareció el Sastre y se llevó a su equipo. Y como Roberto no quiso traicionarlo… fueron sus propios compañeros quienes lo mataron.Dinorah cerró los ojos un instante. Solo un segundo. Pero el nombre de su marido le atravesó el pecho como una bala caliente.Cuando los abrió, Roman seguía sosteniendo su mano. La suya, grande, marcada por años de guerra y decisiones que costaban vidas, la envolvía por completo. Era una presencia demasiado poderosa como para ignorarla. Roman no apartó la mirada ni un instante.—Ahora lo recuerdo —dijo, y su voz bajó de tono, como si un peso invisible volviera a acomodarse sobre sus hombros —Roberto fue un hombre lea, muy leal. Y lamento profundamente su muerte.Dinorah sintió un golpe de calor subirle por la garganta. No era emoción, era rabia, era duelo, era confusión, era tod

Capítulo 58 —Amo poner a la gente de los nerviosNarrador:De pronto, Roman se puso de pie. Ese movimiento suyo, tan tranquilo y a la vez tan absoluto, llenó el despacho.—Creo que estos tres —dijo, señalando a Luigi, Dominic y Dinorah —tienen cosas de seguridad que hablar. Tema aburrido para mí.Sonrió apenas, ese gesto que no llegaba a suavizarle la mirada.—Ven, hijo —añadió, dirigiéndose a Mateo —Demos un paseo por el jardín y pongámonos al día.Mateo se incorporó de inmediato. Ambos salieron del despacho y atravesaron el pasillo en silencio, hasta llegar a la puerta trasera que daba al jardín. El aire fresco los envolvió en cuanto cruzaron al exterior.Caminaron un par de metros más, alejándose de la mansión, hasta que Roman se detuvo bajo un árbol.—Veo que estás madurando —dijo Roman, sin rodeos —Y eso me gusta. Me hace feliz. No por mí… sino por ti.Mateo frunció el ceño, acostumbrado a que su padre rara vez hablara así sin que viniera un “pero” detrás. Y llegó.—Ahora bien —co

Capítulo 60 —Ahora… hablemos de seguridad.Narrador:El comedor estaba animado cuando Dinorah llegó al fin. Conversaciones cruzadas, risas sueltas, el aroma a comida caliente, copas llenas. Pero apenas cruzó el umbral, todos la miraron un instante. Un solo segundo. Luego cada quien volvió a lo suyo, como si nada. Valeria levantó la mano enseguida, sonriendo.—Aquí, siéntate conmigo —le dijo, dándole espacio a su lado.Dinorah se acomodó en la silla, intentando parecer tranquila. Tenía el pulso controlado, la respiración pareja, la espalda recta… pero el cuello seguía latiéndole bajo la ropa.Valeria comentó algo sobre el menú, algo amable, ligero, típico de anfitriona perfecta. Dinorah respondió con la misma cordialidad, obligándose a mantener la conversación normal. Como si hace diez minutos no hubiera estado con el corazón en la boca y la piel en llamas.Mateo estaba sentado al otro lado de la mesa, entre Roman y Dominic. Hablaba con ellos, un comentario sobre la tormenta, una broma