Travis tenía las manos en un puño de rabia, la mandíbula rígida, tensa hasta dolerle, y los ojos llenos de una furia que parecía capaz de quebrar todo a su paso.Sin decir palabra, simplemente tomó a Sídney entre sus brazos.Ella gritó, un grito que brotaba de su garganta como un aviso, una advertencia que no podía detener aquel torrente de rabia que consumía a Travis.Connor, que había sido testigo de la escena, reaccionó inmediatamente, avanzando para interponerse.—¡Suéltala! —gritó con la voz cargada de desesperación.Pero antes de que pudiera acercarse, varios guardias lo sujetaron con firmeza, bloqueando su camino.Amenazas mudas, miradas duras, advertencias silenciosas que no necesitaban palabras.Travis no se inmutó ante ellos; su único objetivo era Sídney, y nadie en ese momento parecía capaz de detenerlo.—¡Travis Mayer, has perdido la cabeza! —gruñó Connor desde atrás, pero la voz se perdió en la tormenta de emociones que envolvía al hombre.Sin vacilar, Travis llevó a Sídne
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