Jacob no esperó más. Su lobo, Jay, rugió desde lo profundo de su ser, tomando el control con una ferocidad que lo consumía todo. Sus ojos se oscurecieron, volviéndose casi negros, y en un movimiento fluido, se apoderó de los labios de Lucía. El beso fue candente, salvaje, como un incendio que devoraba todo a su paso. Sus bocas se fundieron con urgencia, lenguas entrelazadas en una danza posesiva que hacía que el mundo se desvaneciera. Lucía sintió cómo todas sus alarmas internas se encendían: el calor de su cuerpo contra el suyo, el aroma masculino que la envolvía, el gruñido bajo que vibraba en su pecho. Era demasiado, y sin embargo, no suficiente.Sus manos, grandes y firmes, subieron por su espalda, atrayéndola más cerca, mientras una de ellas se deslizaba audazmente hacia su pecho. Al tocarlo por encima de la tela, Lucía soltó un leve gemido, un sonido involuntario que escapó de sus labios entreabiertos. Ese gemido fue como gasolina para Jacob; lo encendió aún más, haciendo que su
Leer más