39. SOLOS EN LA ISLA
SOL:Después de que la vampiresa, madre de Árni, se retirara, desaparecimos al instante. Y, por supuesto, como siempre, me dormí. Al despertar, aún me encontraba dentro de las alas de mi adorado salvador. Al sentirme despierta, las abrió, y rápidamente pasó a ser humano, sonriendo.—¿Cómo te sientes, mi Sol? —preguntó con una sonrisa—. Tenemos que ver por qué te pasa eso cada vez que viajamos a grandes velocidades. Pensé que esta vez, por estar en mis alas, no te pasaría.—También me gustaría no hacerlo —dije. Dormirme no es gracioso—. ¿Dónde estamos?—En una isla muy hermosa y desolada, mi Sol —contestó de nuevo sonriendo—. Es de día todavía, por eso estamos en esta cueva, aunque tú puedes salir.Me incorporé lentamente, sintiendo el frío y la aspereza del suelo de la cueva bajo mis manos. Miré hacia la salida, donde pequeños destellos de luz solar se colaban como tímidas invitaciones. Había una paz extraña en este lugar, silenciosa y envolvente, pero no me hacía olvidar del todo los
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