Capítulo 31. El miedo de Lucifer
La oficina de Lucifer, bañada en la luz fría del mediodía, se había convertido en su cámara de guerra y su nido. El aire, a pesar de la ventilación constante, olía a cuero antiguo, papel y la salobre, inconfundible fragancia de dos cuerpos que habían sido llevados al límite y unidos. El reloj marcaba menos de cuarenta y ocho horas para la llegada de Nickolai Petrov, esa fue la última información que recibieron, pero la verdadera tensión era la amenaza de Evan y Alessio, que resonaba en los pasillos del palazzo como una tortura constante.Lucifer estaba sentado en su escritorio, sus ojos fijos en los informes de seguridad. Liana estaba a su lado, revisando el Código Vespera. Sin embargo, la proximidad era insoportable. Desde su ultoma entrega, el deseo entre ellos era una carga eléctrica constante, haciendo que cualquier toque—un simple intercambio de documentos, una mano que rozaba la suya, el sonido de su respiración—se sintiera como una preparación para la combustión.Lucifer no la
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