Saúl en su burbuja

​Esa noche, Soledad, con su mirada tierna y la voz más dulce que nunca, apenas llegamos a la mansión, extendió su mano con la cartera y el celular que le regalé.

​—Guarda esto por mí, esta noche se cumplirá tu sueño, después de todo, hoy es tu cumpleaños. No pienso abandonarte esta vez, te lo prometo.

​La noté con una inusual tranquilidad y acepté gustoso su propuesta. Al terminar la fiesta, ella, por fin después de cinco años de relación, sería mía. Con su cálida sonrisa me insinuó que fuera a atender a mis invitados; me sentí complacido y me retiré.

​Desde niño he vivido como un pequeño rey: yo decido a quién mantener dentro de mi círculo y a quién despedir. Cuento con dinero y prestigio, aduladores y cazafortunas; son cosas de las que nunca prescindí, crecí con ellas. Mi nombre es sinónimo de terror, poder, libertad y felicidad; la mía, claro está. Tengo amigos leales y amigos de oficio que me cambiarían por un pollo si pudieran; sé perfectamente quién es quién, eso es lo que me permite dormir cada noche. Claro, no podían faltar las mujeres, esas mujeres que buscan dinero, prestigio y pasarlo rico. Ellas saben que portarse bien conmigo es tener acceso a dinero ilimitado que cubra todos sus caprichos; todas quieren casarse conmigo, pero ninguna está a mi altura. Ellas son para mí un pasatiempo, un pasatiempo bello y sensual.

​Tengo aliados para mis negocios dentro y fuera del país. A pesar del dinero de mis padres, yo estoy construyendo mi propio imperio; al final, para mí, "legal o ilegal, plata es plata", aunque esto está en contra de la “moral” intachable de mis padres. Ellos siempre me sacan de cualquier apuro. Mis padres son de los pocos cuyo amor sobrevive en el tiempo; podrían pensar que siempre resuelven todo con plata, pero lo que tienen es real, ellos se aman, son felices y a través de ellos soy copartícipe de esa felicidad. Quizás por eso una parte de mí sueña con vivir esa clase de amor, un amor que no conozco y tal vez no tendré la satisfacción de conocer.

​Al final de todo mi círculo social está Soledad, no porque sea fea o pobre, ella tiene todo lo que podría esperar de una mujer para enamorarme: dinero y buen cuerpo, tierna y delicada.

​Su madre insiste en casarme con ella, y para eso me propuso un negocio redondo: financiar el costo total de mi último proyecto. Soledad al principio no aceptó, pero su madre es astuta, le hizo creer que su familia está "en quiebra", que han tenido apuros económicos, pero mi familia se ha encargado de tapar todo el escándalo. Lo que queremos en realidad es juntar nuestros capitales para llevar la empresa a otro nivel.

​Ella quiere hacer lo que le da la gana, no entiende que su vida y las decisiones sobre ella dependen de mí; ahora todo lo decido yo. Fue por eso que al enterarme de su fuga perdí el control de mí mismo, puse a todos a buscarla y estaba dispuesto a amarrarla de ser preciso. Cuando creí que la habíamos perdido, la vi al final del sendero bajo el puente. Creyendo que todo estaba controlado, pedí a mis hombres que se retiraran y solicité a Daniel, mi amigo y mano derecha, que se encargara de continuar la fiesta como si fuera yo mismo; la fiesta tenía que extenderse hasta el amanecer. Le pedí además que, en caso de no regresar, no me buscara, que iría con Soledad hasta su casa.

​Pensaba bajar hasta el puente y tomarla ahí mismo, pero decidí darle tiempo para que creyera que escapó de mis manos. Esa noche yo era un gato hambriento y ella mi presa. Solamente esperaba que saliera para cobrarle el desplante que me había hecho.

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