Benjamín no recibía órdenes de nadie. Las palabras de Enrico lo irritaron en el primer momento, y pensó que el viejo estaba perdiendo la razón al desafiarlo de esa manera.Frente a él, Enrico aflojaba la corbata y se ponía rojo, como si le faltara el aire. Al notar esto, Benjamín corrió hacia él y le ofreció agua.— Necesita calmarse, Enrico – dijo con cautela, aunque por dentro estaba enfurecido por la osadía del hombre.Enrico agarró su brazo, acercando a Benjamín hacia sí. Al darse cuenta de que Enrico no se detendría hasta decir todo lo que tenía en mente, Benjamín se acomodó, sentándose a su lado. Vestía un traje gris, y su cabello, perfectamente peinado hacia atrás, le daba una apariencia sombría y poderosa, pero que no intimidaba en absoluto a Enrico.— Han pasado tres a&n
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