Se oyeron pisadas bajando por las escaleras y Carina apareció con su camisón de dormir.—Hermano, ¿volviste? Déjame calentarte un poco de leche.Marco asintió, aunque, de forma extraña, aquello lo irritó.Carina trajo la leche. El vaso estaba limpio y la temperatura era perfecta.Pero al beberla, él supo de inmediato que algo no estaba bien.En ese momento, Domingo Moretti salió de su despacho.—¿Todavía siguen despiertos? —preguntó con cansancio.—¿Sigues ocupado con ese trato de armas, papá? —preguntó Marco.—Sus condiciones son demasiado duras. No logro pensar en una buena contraoferta —respondió Domingo, masajeándose las sienes.Carina intervino suavemente:—Estás trabajando demasiado, papá. Tal vez deberías dejarlo para mañana.Domingo asintió, pero una voz emergió en su mente:“Papá, quizá podamos aprovechar la ruta de embarque. Si asumimos el riesgo del transporte adicional, ellos podrían ceder en el precio.”Era la voz de Alessia.En un negocio parecido, dos años atrás,
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