(Narrado por Rafael)La fiesta aún estaba en su apogeo: Solange bailando descalza en la fuente, el “coronel” James enseñando pasos de country a Heitor, las gemelas robando dulces de la mesa como pequeñas bandidas rubias, cuando tomé a Flávia de la muñeca y la arrastré fuera del salón.—Rafa, ¿qué estás…?La callé con un beso en la escalera de mármol, mis manos deslizándose por el vestido de novia que apenas podía esperar para arrancarle.—¡Jet privado, ahora! —ordené contra sus labios, sintiendo su sonrisa.Ella lo sabía. Sabía que yo estaba loco por tenerla solo para mí, lejos de miradas, de responsabilidades, de esas diablillas rubias que, aunque las amaba más que a mi vida, eran especialistas en cortar mis momentos a solas con ella.Dos días después, en Mauricio…La arena blanca bajo nuestros pies aún guardaba el calor del sol cuando caminábamos a la orilla del mar, ella con su vestido ligero ondeando, yo en bermuda y camisa abierta… y joder, cómo esa mujer hacía que un atuendo sim
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