Esa noche, la luna brillaría majestuosa en lo más alto del cielo, luciendo hermosos tonos plateados y pintando en la mirada de los Alfas un color rojizo, una señal que desencadenaba sucesos que Hana no sabía si denominar positivos o negativos.En el cálido mediodía, Hana, sin nada que hacer, decidió salir al jardín a buscar con qué distraerse, ignorando las peticiones de Adrien, quien insistía en que no se alejara demasiado. La Omega había rodado los ojos mientras decía, "estaré bien, es sólo el jardín", descuidadamente, sabiendo que eso molestaría a su gruñón y sobreprotector Adrien.Era normal, supuso. Los Alfas Líderes como Adrien tenían un fuerte sentido de protección sobre los suyos, además de odiar con el alma que tocaran lo que consideraban de su propiedad. Era una característica exclusiva en ellos, lo cual era comprensible si tenían una manada y un territorio que proteger de amenazas.El paisaje desolado y extremadamente callado ya no resultaba extraño desde hacía dos días. Si
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