Hana sonrió al dar pasos hacia él, sentándose al lado del lobo que le permitió acurrucarse. Hana acarició el pelaje oscuro, los dos adentrándose en su propia burbuja. En ese instante, el aroma de Adrien y estar junto a él la hacían sentirse segura, como en casa. No existía mal que la atacara al estar con Adrien, y, aunque ella fuese una loba de tamaño relativamente pequeño y algo frágil, estaba dispuesta a defenderlo por completo. Hana sospechaba que comenzaba a amarlo, lo cual le asustaba y alegraba a la vez.—Me gusta estar contigo —susurró, recostándose del Alfa, apreciando la tranquila respiración de éste. Alcanzó con su mano la parte posterior de la oreja peluda, comenzando a acariciarla con suavidad. No suprimió su risa cuando el lobo adquirió un aire de ternura que quebró ese aspecto duro y viril, sólo por agitar su cola feliz ante el toque.Al reírse, Adrien gruñó, pero Hana no se inmutó un poco, sin dejar de lado las caricias. Dejó caer por descuido el libro que había traído
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