POV ElaraNo sé cuánto dormí, lo único que recuerdo es el calor. El calor de él. El peso firme de su brazo rodeándome, protegiendo mi espalda mientras mi rostro descansaba contra su pecho.No supe en qué momento me acerqué tanto, quizás sí porque no estaba dormida, pero mi cuerpo decidió que él era un lugar seguro o por qué demonios se sintió tan natural… tan fácil.Lo que sí supe fue lo que sentí al despertar, no susto. Tampoco sentí incomodidad, ni vergüenza. Sino… algo dulce, algo más cálido.Un deseo extraño y nuevo de quedarme ahí. Mis dedos estaban entrelazados con los de él, como si yo misma los hubiera buscado dormida.Su pulgar reposaba sobre mi muñeca, como si me estuviera sosteniendo sin apretar, sin reclamarme, solo… manteniéndome cerca.Levanté la mirada apenas, encontrándome con su garganta, fuerte, limpia, moviéndose con cada respiración profunda. Su corazón latía debajo de mi mejilla y eso, más que cualquier palabra, me desarmó.Nunca había dormido así con nadie, nunc

 POV Elara —¿Qué estás haciendo? —preguntó de nuevo en voz suave. Mirándose en nuestra habitación atrapada.No dije nada más.—Leonard… —susurró mi nombre.Di un paso más hacia ella y tomé su cintura.No supe en qué momento la conversación se volvió silencio.Quizá fue cuando ella dijo mi nombre… o cuando mis dedos quedaron apoyados en su cintura, incapaces de soltarse. O quizá fue cuando sentí su respiración chocar con la mía, tibia, irregular, como si estuviera decidiendo si avanzar o huir.Pero no avanzó, tampoco huyó.Ella se quedó. Y ese solo hecho fue suficiente para acabar con cualquier defensa que me quedaba.—Elara… —susurré, sin poder apartar la mirada de sus labios—. No ti

 POV Leonard Desperté antes de que la luz entrara completamente en la habitación. No fue el sonido lo que me despertó, fue ella. Elara… dormida entre mis brazos.Durante unos segundos no supe qué hacer. No me moví. No podía. Sentía el peso suave de su cuerpo contra el mío, su respiración tranquila en mi pecho, su mano—esa mano tan pequeña—descansando justo donde anoche había buscado apoyo en mí.Y entonces, como un golpe lento pero inevitable, la memoria volvió.La forma en que temblaba, sus ojos me buscaban aun cuando evitaba mirarlos demasiado. La manera en que cedió bajo mis manos, confiada, valiente, hermosa. Nuestra primera noche.Mi pecho se contrajo con una fuerza que no esperaba, No debía pensar en ello así. Pero no pude evitarlo.Bajé la mirada. Su cabello estaba suelto sobre mis brazos, caído en ondas suaves. Elara parecía tan tranquila que temí romper algo si respiraba más fuerte.

POV ElaraNo sé en qué momento el día comenzó a sentirse… distante. No triste, no pesado. Solo distante, como si yo caminara unos pasos detrás de mí misma. Desde aquella mañana luminosa, desde cada mirada suya, desde ese hilo invisible que parecía tensarse entre nosotros, había una parte de mí que quería acercarse más y otra que quería huir antes de quemarse.Y esa segunda parte… empezó a ganar terreno. Algo en mí se retraía, como si hubiese despertado frente a un precipicio cuyo fondo no alcanzaba a ver. La emoción de la mañana se había vuelto un susurro, casi una sombra que se escondía detrás de una sensación mucho más grande, no pertenezco aquí. No, no de verdad.Pasé gran parte de la tarde intentando disimularlo. Caminé por los pasillos con la compostura que me había enseñado Mirenia, respondí a los saludos de los sirvientes con una sonrisa amable y practiqué mentalmente la postura correcta para recibir a nobles que aún no conocía.Pero dentro de mí, todo era un nudo. Un nudo que

POV ElaraNunca imaginé que prepararse para una coronación pudiera sentirse como prepararse para un juicio.La sala destinada a la instrucción ceremonial se encuentra en la parte más antigua del castillo, donde los muros aún conservan la piedra áspera que alguna vez fue tocada por reyes muertos hace siglos. Es un salón circular, amplio, silencioso, con un eco tan perfecto que cada respiración mía parece una confesión que rebota de pared a pared.Mirenia me espera en el centro, de pie, impecable, sosteniendo un cuaderno grueso lleno de cintas doradas. Su porte es tan recto que me pregunto si alguna vez ha dudado de algo. Yo sí, yo dudo de todo.—Llegas temprano —dice con esa voz suave que no deja espacio para errores—. Eso habla bien de ti, princesa.Princesa.Aún no me acostumbro a ese título que no me pertenece.Me inclino apenas, un gesto que he practicado frente al espejo hasta que mis rodillas dolieron.—Quiero aprenderlo todo —murmuro—. No puedo fallar.Los ojos de Mirenia se sua