Después de recibir la llamada de Damian, las nubes grises que colgaban sobre la cabeza de Livia aquella tarde se disiparon al instante.Aquella charla inesperada con su suegra también había mejorado su ánimo, aunque solo un poco.Se arregló con esmero—solo un toque de maquillaje, tal como lo había pedido Su Alteza Real—y bajó corriendo las escaleras con una sonrisa de oreja a oreja.Al pie de la escalera, el mayordomo Matt ya la miraba con preocupación al verla bajar tan deprisa.—Señorita, no corra por las escaleras —advirtió con un tono medio autoritario, sujetando el pasamanos como si eso bastara para mantenerla a salvo.—Jeje, mayordomo Matt, solo estoy feliz —respondió ella riendo, insistiendo en que estaba bien.Incluso saltó el último escalón como una niña pequeña.—Aun así, debe tener cuidado, señorita —replicó él, sonando exactamente como un padre regañando a su hija descuidada.‘Ay, por Dios, mayordomo Matt, ni siquiera estoy embarazada.’Livia se detuvo un momento, bajando
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