La pista ardía bajo las luces del anochecer. El rugido de los motores se mezclaba con el griterío del público, con los flashes de las cámaras y el olor a gasolina flotando en el aire espeso. Logan se ajustó los guantes, respiró hondo y se colocó el casco. Podía escuchar el latido de su corazón golpeándole el pecho como otro motor más.Había esperado semanas por esa carrera, pero esa noche no lograba concentrarse. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Nathan aparecía sin permiso: su mirada intensa, el roce de su boca, el peso de sus manos recorriéndole la piel.Trató de enfocarse en el sonido de los motores, en las luces del semáforo que marcaban el inicio, pero su mente lo traicionaba. “Maldita sea, concéntrate, Logan…” se repitió.El semáforo pasó de rojo a verde.El rugido fue ensordecedor.Logan apretó el acelerador con fuerza, el aire le golpeó el rostro cuando el coche se lanzó hacia adelante. Los neumáticos chirriaron, el cuerpo se le tensó, la adrenalina le subió en una o

— ¿Quieres que prepare algo de beber? — Pregunta Nathan remangandose la camisa hacia la mitad de los brazos. — Sí. Logan acepta la oferta de Nathan, sabiendo que un poco de alcohol podía ayudarlo a relajar sus nervios. Observó cómo Nathan se movía con habilidad por el minibar preparando las bebidas, y mientras tanto, Logan se quitó la chaqueta de cuero y la colocó cuidadosamente sobre el respaldo del sofá. Su mirada se posó en Nathan, observando cada uno de sus movimientos con deseo y anticipación.Nathan se acerca con dos copas en la mano, el hielo tintineando suavemente. La luz tenue de la suite resbala sobre sus hombros, acentuando cada línea de su silueta. Le entrega una copa a Logan, y al hacerlo, sus dedos se rozan apenas —un contacto ligero que provoca un estremecimiento en ambos.—¿Nervioso? —pregunta Nathan con voz baja, una sonrisa casi imperceptible curvando sus labios.Logan bebe un trago rápido para evitar responder. Pero no puede ocultar el rubor que sube por su cuell

La luz del amanecer se cuela suave por las cortinas entreabiertas, tiñendo la suite de tonos dorados y azules pálidos. Logan aún duerme, acurrucado sobre el lado de Nathan, con una pierna entrelazada a la suya y una mano descansando sobre su pecho como si temiera que desapareciera. Nathan está despierto desde hace unos minutos. Lo observa. Cada línea de su rostro relajado, cada leve movimiento en sus pestañas al soñar… y sonríe. Su sonrisa no es de triunfo ni lujuria. Es tranquila. Real. Con cuidado, se libera del abrazo para no despertarlo y toma la bata que dejó caer anoche cerca del armario. Se la pone —sin atarla—y camina descalzo hasta el teléfono junto al ventanal. Marca con un toque seguro. —Servicio a la habitación —dice con voz baja pero clara,—quiero dos cafés negros... pan recién horneado... fruta fresca… huevos revueltos con tocino crujiente… algo dulce también —hace una pausa,—sí, croissants rellenos están bien. Cuelga sin prisa y regresa a la cama. Logan está ah

El teléfono aún vibraba débilmente sobre la cama, como si insistiera en revivir aquella llamada que Logan había terminado con un gesto brusco.Su respiración seguía agitada, los músculos del cuello tensos, las manos frías.Caminaba de un lado a otro por su habitación, sin rumbo, sin hallar una postura que lo calmara. Sentía que el aire pesaba, que cada bocanada lo asfixiaba más.La culpa lo perseguía como una sombra implacable.Las palabras de Nathan seguían resonando en su cabeza, una y otra vez: “Estoy loco de amor por ti… no sales de mi cabeza.”Cerró los ojos con fuerza, se pasó ambas manos por el cabello, despeinándolo sin querer.—¿Qué hicimos, Dios mío? —susurró, con la voz temblorosa, apenas audible.Se detuvo frente al espejo. Su reflejo lo observaba con el rostro pálido, los labios secos, los ojos cargados de un brillo extraño entre deseo, miedo y arrepentimiento.Había cruzado una línea de la que ya no podría regresar.El amor, la lujuria, el secreto… todo estaba enredado e

El beso duró apenas unos segundos, pero en la percepción de Logan fue una eternidad. Todo se detuvo: el aire, los sonidos, incluso el murmullo lejano de la cena dentro de la mansión. El cuerpo de Nathan estaba tan cerca que podía sentir su corazón latiendo con violencia, un pulso irregular que parecía responder al suyo. La pared fría detrás de él contrastaba con el calor que emanaba del cuerpo del otro hombre, un calor que lo invadía todo, que lo quemaba desde dentro.Nathan fue el primero en separarse, aunque solo unos centímetros. Su respiración seguía acelerada, rozando la piel de Logan, que no se atrevía ni a moverse. Sus rostros quedaron suspendidos en ese espacio casi inexistente donde las palabras eran un riesgo, y los gestos, una amenaza. El humo del cigarrillo todavía flotaba alrededor de ellos, desdibujando los contornos de sus siluetas bajo la luz tenue del jardín.Nathan deslizó lentamente una mano hasta el cuello de Logan, no con violencia esta vez, sino con una caricia c