Lucía se dio la vuelta de inmediato, fundiéndose entre la multitud.Aun así, Mateo logró interceptarla a las afueras del recinto.—Lucía, ¡qué casualidad! —dijo, con palabras fuera de lugar, mirándola con nerviosismo. Intentaba parecer tranquilo, pero sus manos temblorosas lo delataban.Lucía fue directa al grano: —Mateo, ¿acaso mis palabras de la última vez no fueron lo suficientemente claras? ¿Por qué sigues molestándome?Heridas por su dureza, las esperanzas de Mateo se quebraron por un instante, pero rápidamente disimuló su dolor con un tono de súplica: —Vine a disculparme.—Esta vez es sincero. Me disculparé hasta que me perdones.Era persistente. Firme.Como lo fuera con Camila.Lucía lo miró fríamente, sin la más mínima emoción.Qué extraño. Antes, verlo la hacía feliz o triste, mayormente enfadada. Incluso la última vez, le provocó náuseas.Esta vez, no sintió absolutamente nada.Ni alegría, ni tristeza, ni ganas de reprocharle.Para ella, Mateo era un completo extraño. Ya no p
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