Esa tarde, durante el almuerzo, Marta permaneció callada, apenas probó bocado y cuidándose de no cruzar la mirada con Marcos.Laura, en cambio, se mostró entusiasta; hablaba sin parar sobre el futuro, y cómo cambiaría su vida cuando por fin tuviera a su hijo en brazos.—¿Qué opinas, Marta? —preguntó de pronto. Marta asintió distraída, sin tener idea de que estaba hablando su amiga. —¿Sí? —replicó Laura, sorprendida.— ¿Entonces estás de acuerdo en que el bebé no sepa la verdad sobre cómo nació?—Sí, —contestó con firmeza— realmente pienso que no debería saber que nació en un vientre distinto al de su madre. —aseveró— Hay verdades que es mejor no descubrirlas nunca.En sus palabras, había un mensaje encriptado que sólo ella, y posiblemente Marcos, podían descifrar. Quizás la misma Laura preferiría no saber que su mejor amiga se sentía, inevitablemente, traída por su esposo.—Marta tiene razón, mi amor —dijo Marcos— Sé que tú defiendes la verdad por encima de todo, pero hay verdades qu
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