Durante el trayecto, Marcos se mantuvo en silencio, con la vista fija en la carretera. Por primera vez desde que conoció a Laura, sentía celos. No de esos que se disimulan con una sonrisa, sino de los que muerden por dentro y dejan un sabor amargo.«¿Realmente le parecía atractivo su psicólogo? ¿O lo dijo sólo para provocarme?», pensó, sin poder apartar la imagen de un hombre desconocido, con una sonrisa amable que sabría escucharla. Aquella idea lo incomodaba más de lo que quería admitir.—¡Estás muy callado! —dijo Laura, girando el rostro hacia él con una sonrisa ligera.Marcos apretó el volante. —Sólo estoy pensando en lo que debo hacer hoy al llegar a la oficina —respondió, intentando sonar tranquilo aunque en su mente había un torbellino de pensamientos y dudas que lo aturdían. —¿Quieres que te acompañe? —preguntó él, sin poder contenerse. —No es necesario, mi amor. Estaré en buenas manos —dijo sonriendo, sin sospechar el efecto que aquellas palabras tendrían en él.Marcos la m
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