—Sí.
La respuesta cortó el aire de Sofía y el ambiente se tensó entre los dos. No hubo dudas, ni nerviosismo a su respuesta. Era una declaración tan abrupta y segura que Sofía sintió que el agarre de la manzana en su mano se aflojaba. El sí de Alejandro no se refería solo a ser un hombre mejor que Lucas. Se refería a la pregunta implícita que ella había dejado flotando desde el beso.
¿Realmente él había sentido algo esa noche cuando se besaron por primera vez?
La respuesta para Sofía era aterradora, porque ella si había sentido. Lo amaba desde que tenía quince años.
—Te vas a casar —lanzó, intentando que su voz sonara tan fría como el tono que él le había dado antes, pero no tenía tanta suerte para sonar convincente.
Alejandro dio un paso, acercándose al mesón de la isla que los separaba y su mirada ardiente se clavó en la de ella.
Era un maldito condenado.
—Tú misma dijiste que el beso no significó nada y que no cambiaba nada el sentimiento. ¿Entonces por qué tienes miedo a mi respue