Sawyer la mira y, por un instante, siente miedo. Miedo de que ella lo vea roto, de que descubra que no es el héroe perfecto que todos creen. Pero al ver sus ojos, llenos de amor y fuerza, algo en él se quiebra de la mejor manera.Lucy no lo juzga. No lo mira con lástima. Lo mira como si fuera digno de ser amado, incluso en su peor momento. Y eso le duele más que cualquier pérdida, porque no cree merecerlo. Él ha hecho todo lo posible, sí, pero un niño sigue muerto. Su mente repite una y otra vez la imagen de la operación, de la línea plana en el monitor, de la súplica silenciosa de unos padres que confiaron en él. Y sin embargo, Lucy está ahí, sosteniendo su mano, recordándole que todavía tiene algo por lo que luchar.—Sawyer, mírame —dice Lucy con voz firme. Él obedece.—No quiero que vuelvas a pensar en esto esta noche. Ni en el quirófano, ni en la línea que se detuvo, ni en lo que no pudiste hacer. Lo que pasó, pasó. Y ahora tienes que pensar en lo que viene.Pero él niega, s
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