Jamás me imaginé que me pediría matrimonio así. Me quedé helada, como si el tiempo se hubiera detenido, viendo la cara de nervios que tenía Matías.Se mordía los labios con fuerza, como si hubiera tomado la decisión más importante de su vida. Por más asustado que estuviera, se las arregló para decir lo que tenía que decir.Bajo su mirada ansiosa, asentí despacio y susurré: —Sí.Esa simple palabra me costó toda mi energía.Una vez que acepté, me tranquilicé y empecé a imaginar nuestro futuro. Después de todo lo vivido, había aprendido que si era verdaderamente independiente y fuerte, el amor ya no me daría miedo.Cuando dije que sí, Matías me abrazó con tanto cuidado, como si fuera de cristal. Ese momento tan tierno se me quedaría grabado para siempre.A los pocos días, mientras andábamos preparando la boda, Sebastián se enteró de la noticia. Llegó corriendo desde su oficina, aún con la ropa de trabajo, y se plantó en la puerta de casa de los.Ese día iba a salir con Matías a escoger m
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