El silencio posterior fue insoportable. Sophie sintió que algo se quebraba dentro de ella, una mezcla de miedo y ternura, de rabia y deseo. Se giró hacia el ventanal, buscando aire, pero la imagen de la ciudad le devolvió su propia confusión. Todo parecía tan claro allá afuera, tan definido. En cambio, su vida era un caos de emociones que no sabía cómo contener.—¿Y qué pasa si digo que no? —preguntó sin volverse.Damien la observó, la espalda recta, los puños cerrados.—Entonces lo perderé todo —admitió, sin dramatismo—. Pero si dices que sí, puede que lo gane todo.Sophie giró lentamente. Había lágrimas contenidas en sus ojos, aunque se negó a dejarlas caer.—No puedes poner eso sobre mí, Damien. No puedes cargarme con la responsabilidad de salvar tu imperio.—No lo hago —replicó él, dando un paso más, hasta que quedaron frente a frente—. Te estoy dando la elección. No te obligaría a quedarte… aunque me duela hasta el alma.La since
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