El telón subió revelando un escenario bañado en luces tenues. Sophie contuvo el aliento, sumergiéndose en la sinfonía de voces y movimientos. Damien, sin embargo, la observaba a ella. El reflejo de las lámparas doradas jugaba con su piel, con sus ojos abiertos de par en par, y por un instante, él no vio la obra sino el milagro de tenerla ahí, vibrando con cada nota.Su mano buscó la de ella. Sophie parpadeó, sorprendida, pero no la retiró. El contacto fue un ancla y, al mismo tiempo, un incendio pequeño que empezó a expandirse desde la palma hacia cada rincón de su cuerpo. No había palabras, solo el lenguaje silencioso de los dedos entrelazados, del pulgar de Damien trazando círculos lentos sobre su piel.Cuando el primer acto terminó, Sophie suspiró, aún maravillada. Se volvió hacia él, y por un momento, lo olvidó todo: el poder, el dinero, las dudas. Solo vio al hombre que la estaba mirando como si ella fuera lo único capaz de darle sentido a esa noche.—Graci
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