Gemma siguió a la ama de llaves de su mamá hasta el jardín exterior, pero se detuvo en seco al encontrarse con un grupo mucho más numeroso del que esperaba. Allí estaban tanto su familia como la de Sebastian, mezclados entre sí, envueltos en conversaciones animadas, dedujo por las sonrisas dibujadas en sus rostros.Sus sobrinos y los de Sebastian, al menos los más grandes, corrían por el jardín, armando el alboroto que solo ellos sabían provocar. Los más pequeños, en cambio, descansaban tranquilos en los brazos de sus papás, ajenos al ajetreo que reinaba alrededor.—¿Sabías que tu familia estaría aquí? —le murmuró a Sebastian, aunque el bullicio era tal que no se preocupó demasiado por mantener la voz demasiado baja.—No —respondió él—, aunque no me sorprende que mi mamá no me dijera nada.—¡Aquí estás, cariño! —exclamó su mamá en cuanto la vio. Ella se levantó y se acercó a ella con una sonrisa cálida.Detrás de ella, su papá se acercó en silencio. Su expresión seria hacia imposible
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