Arthur se recostó en la silla, los ojos fijos en ella, y murmuró para sí mismo, casi sin aire:—Debí haber hecho algo muy bien en esta vida… porque esto aquí… es el paraíso.Ella empezó a bailar mientras desataba el vestido. Sus movimientos eran suaves, pero cargados de provocación. Los ojos de Arthur ardían.—Esa lencería… joder, preciosa… —dijo, con la voz ronca y la mirada perdida en ella, completamente hipnotizado—. Dios mío, verte así, embarazada… es mi mayor fantasía, Zoe.Zoe sonrió con malicia, mordiéndose el labio inferior, y caminó desnuda hacia él, con el vientre redondeado dibujando la silueta del nuevo amor que los unía.—Dijiste que ibas a probarme como el mousse… —susurró, deteniéndose justo frente a él—. Sin prisa. Saboreando cada pedazo…Se inclinó, dejando que el cabello le cayera de lado, con los labios rozando su oído.—Entonces muéstrame, doctor… ¿o vas a escapar del desafío?Arthur soltó una risa baja, ese sonido grave que le recorría la piel a Zoe como una corri
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