En la miraCuando Ian apareció en la sala, su presencia llenó el espacio como una sombra alargada que no podías ignorar, aunque lo intentaras. Sentí un impulso instintivo de colocarme delante de Ana y Clara, como si pudiera protegerlas de algo que, en el fondo, sabía que era mucho más grande que nosotros.El aire se volvió más denso, cargado de una energía que vibraba en mi piel, como cuando se avecina una tormenta. Las llamas de las velas parpadearon, proyectando figuras extrañas en las paredes de piedra, distorsionando el rostro de Ian mientras sonreía con una calma tan peligrosa como un arma apuntándote directamente al pecho.—No esperaban encontrarse tan rápido, ¿verdad? —dijo, con esa voz que se arrastraba como un murmullo en la oscuridad—. Pero el tiempo se acaba, y hay quienes ya nos están observando.Mi mandíbula se tensó mientras intercambiaba una mirada con Ana, que mantenía el libro apretado contra su pecho, como si eso pudiera ofrecerle protección. Clara, a su lado, fruncí
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