CAPÍTULO 2Un plan descabellado El tiempo pareció estirarse como un chicle. Cada segundo que pasaba con Jack Nikos mirándome en silencio desde el umbral de su puerta era una tortura. Podía sentir el rubor subiendo por mi cuello, incendiando mis mejillas. La confianza de femme fatale con la que había salido de mi apartamento se había evaporado, dejándome como una idiota en un vestido rojo demasiado ajustado.Que le dejaba ver más de lo que debía mostrar.Él seguía allí, inmóvil. Luego, muy lentamente, se cruzó de brazos. Ese simple movimiento hizo que los músculos de sus bíceps se tensaran bajo la tela de su camiseta negra. Su mirada gris e intensa me recorrió de la cabeza a los pies y de vuelta, sin prisa. No era una mirada lasciva, sino analítica, casi como si estuviera evaluando una propuesta de negocios particularmente inusual. Lo cual, supongo, era exactamente mi loca propuesta.Finalmente, movió l
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