Nectáreo guarda silencio mientras sigue con su tarea en la cocina y ha comenzado a servir la mesa. Yo lo sigo y ayudo en todo lo que me indica. Me doy cuenta de que utiliza la cocina para pensar. Al terminar de preparar la mesa, se detiene.—Esa mujer es Carmela Rizzo, “La Jerarca”. La mujer más despiadada que existió, y en mis investigaciones todo parece indicar que fue ella quien mandó a eliminar a toda mi familia. No tengo pruebas concretas, pero sus hombres fueron los que se vieron merodeando por allí —confiesa—. También tuve esa sospecha sobre Dinora, pero ella lo negó; afirmó que no era su madre y se alteró mucho, hasta me hizo prometer que me quedaría lejos de ellos. Preferí no presionarla más. Te lo digo, ella vivía en su propio mundo, cocinando todo el tiempo. Todos nos consideraban marido y mujer, pero jamás lo fuimos realmente.&m

 Agustino esbozó una sonrisa apenas perceptible ante la oportunidad que se le presentaba: la supuesta amnesia de quien él creía que era Celia no era un detalle que pensaba dejar pasar. Estaba convencido de que ella restablecería todas las conexiones y contratos necesarios para devolver su empresa a la cumbre del éxito.—Fue mucho dinero Celia, pero no me importó, tu vida es prioridad, ya arreglaremos la empresa —contestó sin decir que el dinero no había salido de él, sino de la organización de su madre. Se propuso hacerla sentir como su hija predilecta, aunque en realidad la despreciaba. Esta era su oportunidad de oro para que ella le entregara los famosos rubíes que su madre había escondido, y que solo Celia podría revelar al casarse. No había invertido años en criarla en vano; a pesar de haber sido desheredado por su madre, Agustino estaba decid

 Me envolví precipitadamente en una toalla y salí al pasillo, buscando intimidad para la conversación que no quería que Celia escuchara. Seguramente lo que Fabrizio tenía que decirme era grave para llamar a esa hora nocturna.—La encontramos —fue lo único que dijo al principio, y yo me quedé tratando de asimilar sus palabras—. A Diletta, la encontramos.—¿En serio? ¿Está viva? ¿Dónde estaba? —interrogué mientras caminaba hacia la sala, donde Nectáreo me observaba a través de la neblina de su tabaco y su embriaguez palpable.—Estaba en Nápoles. La tenía la familia de una tal Livia que trabajaba para el capo Nectáreo. Seguimos la pista de todos los contactos de Livia y eso nos llevó hasta allí —explicó Fabrizio con detalle—. Han pasado dos años desde entonces. Creemo

 Así que, con determinación, alcé la frente, lista para apoyar a mi salvador, sin importar qué papel debía desempeñar en su vida. En esos momentos, después de ser repudiada por mi familia, Alonso era mi soporte y la esperanza de reconstruir una vida digna. A pesar de haber encontrado a Nectáreo, la realidad de que era un mafioso me hacía querer vivir cerca de Alonso más cercano a mi realidad, eso creía al ver la empresa. Inhalé profundamente, llenando mis pulmones con la determinación necesaria para enfrentar lo que venía. Al llegar,  al piso en que me detuve junto al chofer, me encontré de frente a una imponente sala cuyo interior bullía con la actividad de aquellos cuyas vidas giraban en torno a los negocios y el poder. Atravesé el umbral con la misma seguridad con la que solía caminar por los pasillos de mi antigua empresa. La secretar

Me mantuve atenta, siguiendo el coche de Agustino que giraba constantemente la cabeza, comprobando si aún me encontraba detrás. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al reconocer las calles de Roma. Estar aquí simplificaba mis planes, aunque sabía que debía ser paciente. Antes de cualquier cosa, era imperativo contactar a mi hermano. Después de un trayecto que pareció eterno, finalmente, llegamos a una imponente empresa."Vaya, esto se torna cada vez más fascinante", murmuré para mí misma mientras seguía a otro vehículo hasta llegar a los aparcamientos reservados para la dirección. "Me gusta", pensé, con un deje de satisfacción. Descendí del auto y me dirigí con decisión hacia donde el zorro de Agustino me esperaba. Parecía ansioso por mostrarme, como si fuese una especie de trofeo. Las miradas de quienes me rodeaban irradiaban espe