Rubí dio un par de pasos hacia adelante, su mirada helada clavándose en Leonardo. Su voz, firme y cortante, resonó en el lugar con una autoridad incuestionable.Leonardo, aún atónito, se quedó sin palabras al ver el enojo contenido en el rostro de ella.—Vete —dijo Rubí, su tono lleno de frialdad—. No pienso devolverte las loncheras. Pero si quieres hacer un escándalo y arruinar la reputación de tu madre, adelante. —Se palmeó suavemente el vientre y añadió con ironía—: Además, estoy embarazada. Si me ocurre algo, créeme… será aún más interesante.—¡Eres una arpía! —explotó Leonardo, furioso ante su descaro, aunque sin saber cómo responderle. Al pensar en la dulzura de Zoey, la comparación lo llenó de frustración e impotencia.Rubí arqueó una ceja y soltó una sonrisa fría.—Tu “hermana” es amable y adorable, ¿verdad? —replicó con sarcasmo—. Entonces, si no quieres que te desprecie, recuerda lo que me dijiste la última vez y no lo olvides. Espero que tengas la sensatez de mantenerte al
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