Cuando Dylan los imitó, su tono fue tan exacto que Rubí no pudo contener la risa. Marcus, en cambio, frunció levemente el ceño y dijo con seriedad:
—¿Qué clase de maestra es esa? ¿Cómo pueden hablar de los padres en privado?
Rubí se rió con más fuerza y lo miró divertida.
—Después de todo, eres el presidente de un conglomerado. Los maestros también son personas comunes; es normal que sientan curiosidad. No tiene nada de malo.
Marcus miró a Dylan con fingida severidad.
—¿Y cómo es que recuerdas algo así con tanto detalle?
Rubí se rió aún más.
—Está bien, está bien, tal vez la maestra esté enamorada de tu cara. Seguro es una mujer soltera, porque después de todo… ¡mi esposo es demasiado guapo!
Las palabras de Rubí halagaron a Marcus, y su expresión se suavizó de inmediato. La miró con una sonrisa complacida y dijo:
—¿Qué pasa? Tus palabras se están volviendo cada vez más dulces… como miel.
Rubí levantó la barbilla y respondió con fingida seriedad:
—No es miel, es la verdad.
Después de l