Rubí asintió lentamente.
—Tienes razón. Pero recuerda, la persona que me entregó este lote fue la señora Jensen. No se atreverían a faltarle el respeto tan abiertamente. Entremos y hablemos con ellas primero.
—De acuerdo —dijo Dan. Luego, bajando la voz mientras caminaban hacia la puerta, añadió—: Pero, Rubí, ten cuidado. No te alteres ni discutas con ellas. Estás embarazada.
Rubí sonrió con serenidad.
—Lo sé. No te preocupes.
Dan asintió, aliviado, y entraron juntos.
Dentro del restaurante, tres mujeres esperaban sentadas. Todas eran monjas, representantes del orfanato. En Xeston, los orfanatos estaban tradicionalmente administrados por religiosas, y Rubí les tenía un profundo respeto.
Sin embargo, el hecho de que estuvieran allí desafiando una decisión tomada por Sabrina le hizo sospechar que algo no estaba bien.
Pese a todo, mantuvo la compostura. Caminó hacia ellas con una sonrisa amable y dijo:
—Hermanas, buenas tardes. ¿Cómo están?
Las monjas, que ya mostraban signos de impacien