El día domingo, Giorgia se encuentra en la cocina de la mansión de su padre ayudándole a la cocinera a preparar el almuerzo y los bocadillos, cuando escucha el rugido del motor de un auto detenerse frente a la casa. Asoma por la ventana y, al reconocer el McLaren, una mezcla de nervios y alegría le recorre el cuerpo. Julian ha cumplido su palabra. Le ha dicho que el domingo iba a llegar a la casa de su padre, y ahora está allí, dispuesto a enfrentar lo inevitable: hablar con su padre. —¡Papá! —llama, entrando al despacho donde Barron , su padre, revisa documentos—. Ha llegado Julian. El hombre alza la vista con gesto sereno, aunque en el fondo sabe que aquel encuentro es crucial. Se levanta despacio, como un general que se prepara para evaluar a un nuevo soldado.Cuando Julian entra al vestíbulo, lo hace con paso firme. Viste un traje gris oscuro que resalta su porte elegante, y aunque intenta mantener la compostura, sus manos ligeramente tensas delatan que no está del todo relajad
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