Las distintas salas de la mansión eran un escenario de destrucción. Muebles volcados, cuadros caídos, hoyos en las paredes y un suelo cubierto de trozos de mármol, madera, vidrio roto y manchas de sangre. El aire era pesado, cargado con el acre olor de pólvora y el retumbar lejano de gritos y disparos. Alexander avanzaba lentamente por un pasillo tenuemente iluminado, su mirada fija en Viktor, quien lo esperaba al final, al otro lado de la habitación con una sonrisa torcida en su rostro.—¿Esto es todo lo que tienes, Sidorov? —espetó el hombre con una mueca de burla mientras limpiaba la sangre que brotaba de una herida en su mejilla—. Con esa falta de ambición, nunca llegarás a nada. Siempre flotando en esa cómoda zona gris… solo eres una marica miedosa ja, ja, ja.Alexander no respondió a sus provocaciones. Su respiración era pesada, y su camisa ennegrecida por la sangre y el sudor se adhería a su cuerpo. En el camino hacia Viktor había sido herido un par de veces, nada realmente gra
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