Capítulo 20Las semanas habían pasado desde que Rafaela White descubrió la verdad: Jazmín, esa muchacha que había despreciado y corrido de la casa de los Luther, era en realidad su hija biológica. Desde entonces, su salud había empeorado de forma drástica. Su cuerpo, antes fuerte y erguido por el peso de su nombre y poder, ahora yacía débil en una cama de hospital. Su rostro estaba marcado por ojeras profundas, su piel pálida como el papel, y sus labios resecos apenas podían sostener el peso de las palabras.El doctor había sido claro: su enfermedad avanzaba rápido. Y aunque su esposo hacía mucho que no le prestaba atención, ocupado con su nueva familia y sus constantes viajes, Rafaela no se dejó vencer. Cada día que pasaba, cada análisis, cada gota de suero entrando por sus venas, la impulsaban a seguir con una sola misión: encontrar a Jazmín. Su hija.Ese día, pidió que llamaran a Nathaniel Luther.Él llegó, puntual como siempre, con el porte elegante y la frialdad que lo caracteriz

Capítulo 22Cinco años.Cinco años desde que todo cambió. Desde que murió… y volvió a nacer.Jazmín miraba por la ventana del estudio de Rose. Afuera, la lluvia trazaba líneas delicadas en los cristales, casi como si el cielo también estuviera escribiendo una historia. A su lado, una taza de té de jazmín humeaba con suavidad. Elías estaba en el invernadero revisando unas plantas para la abuela, pero ella no se había movido de su rincón favorito en toda la mañana.Sobre la mesa, su laptop abierta mostraba la bandeja de entrada llena de mensajes de editores, medios de comunicación, e incluso algunos actores famosos suplicando por los derechos para una adaptación. Todos firmados con emoción por leer a S. Wilde, el nombre que el mundo aprendió a adorar y debatir, pero del que nadie sabía nada.Jazmín lo observaba todo con una sonrisa apenas curvada.—¿Qué harás con eso? —preguntó Rose desde la puerta, elegantemente vestida como cada mañana.—Ignorarlo, por ahora —respondió Jazmín sin apar

Capítulo 24El sol comenzaba a ocultarse detrás de los altos pinos que rodeaban la mansión Ravencroft cuando un auto negro cruzó las rejas principales. Las ruedas crujieron sobre el camino de grava mientras el chofer se apresuraba a abrir la puerta trasera.—¡Finalmente! —exclamó una voz femenina joven al bajar del coche, arrastrando una maleta pequeña de diseño europeo—. ¿No podían enviarme un auto más moderno? Este ni siquiera tenía conexión Bluetooth...Amie Atherton dio un respingo cuando el viento frío le revolvió el cabello perfectamente peinado. Era una chica de unos veinte años, rostro anguloso, ojos verdes brillantes y labios que parecía mantener fruncidos por costumbre. Llevaba unas gafas de sol enormes sobre la cabeza y un conjunto de viaje elegante pero llamativo.—Estoy en el fin del mundo —murmuró mientras avanzaba hacia la puerta—. Pero al menos tendré algo de paz… supongo.La enorme puerta de roble se abrió antes de que tocara el timbre. Una sirvienta con una reverenci

Capítulo 26Ecos entre cristalesEl despacho de Nathaniel Luther estaba a media luz. Las persianas a medio cerrar dejaban pasar haces pálidos de sol de la tarde. Sobre su escritorio, había tres catálogos de lujo: años distintos, portadas distintas, pero la misma firma y sello delicado, minimalista y elegante: Cassandra Ravenshire.Nathaniel le había pedido a su asistente que le buscara los antiguos catálogos de la señorita Ravenshire a ver si valía la pena ir o no.Nathaniel pasaba las páginas con lentitud. No era joyería. Era arte. Pura emoción comprimida en metales preciosos, piedras cortadas con una intención que iba más allá del lujo. No sabía por qué seguía comprando esas colecciones… pero lo hacía. Las guardaba como si fueran reliquias personales.—¿Señor? —preguntó George desde la puerta—. El mensajero dejó esto hace un momento. Es de la colección pasada, edición limitada.Le entregó una pequeña caja de terciopelo negro. Nathaniel la abrió sin apuro. Era un anillo. Un zafiro bl

Capítulo 28Él parpadeó, contrariado.La mujer tenía un vestido rojo satinado y unos labios perfectamente delineados. Extendió una mano con manicura impecable.—Soy Lysandra Bellmont. Tal vez le suene el apellido. Mi padre es socio menor en Rosen & Haynes, la firma que colaboró en su proyecto de expansión en el Mediterráneo.Nathaniel, por educación, estrechó su mano con un asentimiento corto.Estaba distraído, impaciente.—Claro. Bellmont. Lo recuerdo.—He oído tantas cosas sobre usted —continuó ella—. Papá dice que es implacable en los negocios, pero también… que puede ser encantador.Nathaniel apenas sonrió. Su atención estaba ya muy lejos de allí.Fue entonces cuando levantó la mirada.Y la vio.Ella lo estaba mirando.Por encima del hombro de Lysandra, los ojos de Jazmín se encontraron con los suyos.Fue un instante.Un solo segundo.Pero bastó para que todo a su alrededor desapareciera.Cinco años.Una muerte falsa.Un corazón que no la olvidó.Ella lo miró sin emoción.Sin sorp