Zhana, llevó el puño al espejo con rabia ciega, dispuesta a hacerlo añicos.—Ese maldito se cree perfecto, el intocable, el inmaculado del puto universo… ¡pero le voy a dar la lección más grande de su vida! Y aunque me ruegue, ¡jamás me tendrá! —rugió, y justo cuando su puño estaba a punto de hacer crujir el cristal, el timbre de la puerta la detuvo.Resopló como una fiera enjaulada, cerró los ojos y respiró hondo.—Si es Reiden, le pateo las pelotas hasta que suenen como huevos explotando en sartén —masculló, marchando directa a abrir.Pero no era Reiden. Allí estaba Scarlet, con los ojos hinchados y el rostro marcado por el llanto.—¡Emy, amiga! —exclamó Zhana, abrazándola con fuerza.Scarlet se desplomó contra ella, sollozando con desesperación.—¿Qué le hicieron? —exigió Zhana, intimidante, como si la chica frente a ella fuera culpable de todos los males.La sirvienta que la acompañaba intentó explicar, pero Zhana la fulminó con la mirada, erguida como loba protectora.—¡Zhana, no
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