¿Había una manera de hacer sentir a alguien diminuta sin siquiera decir nada?Sí, con logros y proezas.Victoria era la definición de mujer y esposa trofeo. A su edad, veintiocho años, había completado dos maestrías y un doctorado. No solo era una diseñadora de moda: era la diseñadora de moda; había vestido a actrices, actores, personas de poder, gente que, con solo estar cerca, traducía influencia y prestigio.Fue elogiada en su país, Francia, de tantas maneras que terminó siendo modelo de una marca porque “estaba aburrida”. Una marca más personal. Sin poder evitarlo, comencé a buscar sus fotos, notando que no era “solo una amiga” de la infancia. Ella y Brian habían estado en la secundaria: él, un deportista; ella, la típica capitana de porristas —muy seguramente popular.Sonrisa perfecta en todas sus fotos.Desde su yate de millones hasta su auto que valía más que la ganancia anual de una persona promedio.Cada foto, cada publicación, hacía que me ardiera más de rabia.Pero lo que v
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