A pocos metros, desde el interior del auto, Vincent levantó la vista de su pantalla con la típica desgana que le acompañaba cuando algo interrumpía su concentración. Al ver la escena, frunció el ceño sin disimulo.—¿Lo conoces? — le preguntó a Declan. Declan apenas ladeó la cabeza, siguiendo la dirección de la mirada de su jefe. Observó al chico de aspecto sencillo.—Nunca lo he visto —respondió con tranquilidad—. Quizás es el novio de la señorita Denayt.Vincent no respondió. Permaneció en silencio, con la vista clavada al frente, pero su cuerpo hablaba por él. Sin darse cuenta, sus dedos comenzaron a apretar el iPad con más fuerza de la necesaria. Los nudillos se le marcaron pálidos, tensos, como si todo su autocontrol estuviera concentrado en no lanzarlo por la ventana.En sus ojos, algo cambió. Se oscurecieron. Con movimientos lentos, casi mecánicos, se aflojó el nudo de la corbata. Luego desabrochó los puños del saco, uno a uno, como si necesitara liberar presión. Como si la rop
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