El aire acondicionado susurraba secretos en la sala de juntas de Consolidated Global Solutions, un murmullo frío que, irónicamente, no lograba apagar el fuego que ardía bajo la impecable superficie de Daniel Márquez. Observaba a Lucía Mendoza distribuir los documentos con la precisión de un relojero suizo, una danza silenciosa y eficiente que, para él, se había vuelto hipnótica. Sus dedos largos, coronados por un esmalte nude que reflejaba la luz fluorescente con destellos discretos, rozaban el papel con una delicadeza que le recordaba, con una punzada en el pecho, cómo habían acariciado su rostro apenas unos minutos antes, en la penumbra cómplice de su mini cocina ejecutiva de su oficina, minutos antes de que la alarma los arrancara de su burbuja íntima para enfrentar a la llegada inminente de los altos ejecutivos de Consolidated Global Solutions. El pensamiento lo golpeó como un puñetazo en el estómago, un recordatorio brutal de la delgada línea que ahora caminaba.“Concéntrate, Dan
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