POV AlecEstoy en un lugar donde se respira tranquilidad. Un rincón silencioso, templado, que envuelve mis pensamientos como una manta tibia.Aquí no hay dolor. No hay ruido. Es un refugio tan perfecto, que me asusta la idea de tener que abandonarlo.Aunque a veces, desde esta quietud, su voz me atraviesa. Su risa, chispeante y viva, se cuela entre las sombras. Incluso sus amenazas, cargadas de ternura, me sacuden por dentro…—Ruso, no te atrevas a morirte y dejarme sola —dice entre sollozos ahogados—. Porque juro que me lanzaría al mismo infierno para traerte de vuelta. Tú eres el culpable de que yo esté así…Su voz dulce se quiebra… se rompe… y yo me niego a seguirla escuchando. Cada palabra que sale de sus labios me duele más que cualquier herida física, porque temo que detrás de ese llanto se esconda su despedida.No quiero oír su rechazo. No quiero abrir los ojos y descubrir que ya no está, que se rindió, que decidió marcharse mientras yo seguía atrapado en este abismo. Solo la i

POV EmiliaMi habitación queda justo al lado de la de Alec, y solo nos separa un vidrio espejo. A través de él, lo observé. Lo cuidé en las noches, atenta a su respiración, pendiente de sus movimientos, aferrada a cualquier señal que diera. Especialmente de vida.Y ahora que ha despertado, siento que el alma por fin puede respirar. Verlo abrir los ojos ha sido el regalo más grande que podría recibir hoy… justo hoy, el día en que también me convertí en madre.Durante el día, debía cumplir con mis obligaciones. Y una de ellas —como se lo prometí, tras leer una carta escondida entre sus cosas— era visitar, en su nombre, la tumba de su padre abuelo.Cumplir esa promesa fue como llevar parte de él a despedirse… sin saber si alguna vez volvería a abrir los ojos.Aunque somos prácticamente desconocidos, he aprendido a amarlo por lo que otros me han contado de él. Por cada acto de amor que ha tenido conmigo… incluso sin conocerme.Escucharlo quejarse del pañal y la sonda me hace soltar una ca

POV Amet.Enfrentar la situación de Alec en coma, con pocas esperanzas de vida, es como cargar un ataúd abierto, aún palpitante… con un cuerpo que se niega a morir.Verlo conectado a una bomba que hace las veces de corazón me destroza el alma en mil partes, como si cada latido mecánico me recordara que la vida de mi hijo amado depende de una máquina… y no de Alá.Pongo todos mis recursos a disposición. No importa que Anastasia se oponga; esta vez, no lo voy a volver a abandonar. No otra vez. No a él.Respetando la decisión de Ana, el traslado a Rusia se ejecuta con protocolos médicos rigurosos y la máxima seguridad privada. Todo en silencio, porque llevamos un milagro suspendido en el tiempo.Alec es mi hijo. Un príncipe. El heredero de la corona. Y no merece menos.Emilia, su esposa, firma los papeles. Ella desconoce la mayor parte de la vida de Alec, pero basta mirarla a los ojos para saber que es una mujer de buen corazón.Los años, rodeado de mujeres ambiciosas, me enseñaron —a fu

POV Emilia.Siento la presencia de Alec cerca. Lo escucho hablar con nuestros pequeños.—Hola, mis amores… gracias por haberme traído de vuelta. No saben cuánto los amo —su voz está ronca, rasposa, pero aún así les habla con una ternura que solo él podría conservar, incluso herido.Mi cuerpo se estremece. Apenas puedo contener el impulso de girarme, de lanzarme a sus brazos. Pero no lo hago. Me quedo quieta. Con los ojos cerrados. Fingiendo dormir.Imagino cómo roza sus mejillas, cómo acaricia sus manitos con la delicadeza que siempre tuvo para lo que ama.No me muevo. Quiero que este momento sea solo suyo… quiero que tenga esa paz, aunque yo me esté muriendo de ganas por hablarle, abrazarlo, besarlo...—Duerman, mis pequeños. Mañana volveré a visitarlos —susurra, y mi corazón se estremece.Oigo cómo la puerta se cierra.Y entonces… se rompe algo en mí.No hubo una palabra para mí.Ni una caricia.Ni siquiera un suspiro que me rozara el alma."¿Acaso ese amor que me juró se extinguió?

POV Emilia.Alec se sube sobre mí con rabia. Con odio… pero también con un deseo arde sobre mi piel.Intento resistirme. Empujarlo. Apartarlo.Pero mi cuerpo, ese malditø traidor, se aferra a su calor. A la firmeza de su pecho. Al aliento tibio de sus labios que me susurran cerca… demasiado cerca.Mi corazón late con una fuerza desmedida, como si quisiera romperme el pecho desde dentro y tomar el control de todo lo que me niego a sentir.El miedo y el deseo se mezclan sin permiso, sacudiéndome las entrañas, peleando por el dominio de mis decisiones… de mi cuerpo… de mi voluntad.—¡Aléjate! Déjame tranquila… —susurro, con los labios temblando y la voz hecha un nudo, apenas un hilo de aire que no suena convincente.Quiero parecer fuerte… mantener el control de mis emociones….Pero, al mismo tiempo, deseo que no me escuche. Que no se detenga. Que me lea el alma… y me toque una vez más.Que me vuelva a amar… aunque sea una última vez.Pero al segundo, un poco de cordura me golpea y lo odi